«... Luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». —Lucas 2:32, RVR1995
Si pudiéramos mirar a través de enormes telescopios o escuchar sonidos por medio de aparatos electrónicos, oiríamos y contemplaríamos las estrellas de metal que tanto Rusia como Estados Unidos han puesto en el espacio en los últimos años. Ninguna de estas estrellas sintéticas ha traído paz al mundo. Sin embargo, la estrella de Dios prometió la paz a todo el mundo, si tan solo la humanidad creía y confiaba.
Con demasiada frecuencia, las estrellas sintéticas de la humanidad causan miedo y ansiedad. Nuestro paraíso repleto de artilugios, suspendido en un infierno de inseguridad internacional, definitivamente no nos ofrece esa felicidad con la que soñó el siglo pasado.
No obstante, aún existe una estrella en el cielo. Aún existe una canción en el aire. Y Jesucristo vive. Él está con nosotros: una presencia viva, para vencer la desesperación, para impartir esperanza, para perdonar pecados, para quitarnos la soledad y para reconciliarnos con Dios.