«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». —Filipenses 4:13
Jesús tenía un corazón humilde; si Él permanece en nosotros, el orgullo nunca dominará nuestras vidas. Jesús tenía un corazón amoroso; si Él mora en nosotros, el odio y la amargura nunca nos dominarán. Jesús tenía un corazón comprensivo y dispuesto a perdonar; si Él vive en nosotros, la misericordia moderará nuestras relaciones con nuestros semejantes. Jesús tenía un corazón desinteresado; si Él vive en nosotros, el egoísmo no nos controlará, sino que el servicio a Dios y a los demás estarán antes que nuestros intereses egoístas. Tal vez dirás: «¡Eso es mucho pedir!». Admito que es mucho. Sería imposible llegar a estar a la altura de Él con tu corazón natural y en tus propias fuerzas. Pablo reconoció que nunca podría alcanzar esa pureza de corazón con su propio esfuerzo.