«¿A quién estás esperando?».
La respuesta a esa pregunta pesa mucho en la mente de cientos de personas en Kerrville, Texas. El nombre de un hijo, una esposa, un hermano o una madre resuena en sus cabezas mientras se agrupan en los lugares de reunificación en busca de sus seres queridos y oran por un milagro.
Han pasado apenas unos días desde que las lluvias torrenciales inundaran el centro de Texas. Los residentes tuvieron poco tiempo para evacuar cuando catastróficas inundaciones arrasaron casas, carreteras y vehículos en las primeras horas del viernes. Las riberas del río Guadalupe, normalmente un lugar tranquilo y popular para campamentos de verano y turistas, se convirtieron rápidamente en zona de desastre cuando el río subió 8 metros en tan solo 45 minutos.
El número de muertos ha superado los 100, y muchos siguen desaparecidos. Los helicópteros sobrevuelan la zona mientras los equipos de rescate siguen buscando en esta zona densamente arbolada.
Los capellanes del Billy Graham Rapid Response Team están acompañando a los lugareños en su inimaginable dolor, ofreciéndoles una presencia compasiva y apoyo en oración en distintos lugares de la zona.
A medida que los capellanes ayudan a tantas personas a sobrellevar su carga en todo el estado, también ofrecen la esperanza incomparable de Jesucristo.
Los capellanes Ken y Stacey Williamson llegaron a Ingram, Texas, el viernes 4 de julio, cuando todavía seguía lloviendo. Su primera parada fue la escuela primaria Ingram, uno de los pocos lugares de reunificación establecidos en la ciudad. Más de 100 personas estaban sentadas en la cafetería, esperando ansiosamente que se leyera el nombre de sus hijos por los altavoces.
«Tuvimos la oportunidad de sentarnos y hablar con la gente, y los dejamos contar su historia», dijo Ken. «Se animaban un poco y nos contaban la historia de la persona a la que estaban esperando».
Este lugar en particular era para padres cuyos hijos habían sido encontrados, y esperaban con ansias abrazar a sus hijos e hijas. Pero mientras los Williamson observaban a la multitud, el Señor los guió a una mujer que estaba angustiada.
Susan* les dijo a los capellanes que ella y su amiga estaban disfrutando de unas vacaciones en Corpus Christi, Texas, cuando recibieron una extraña llamada telefónica. Un hombre le dijo que acababa de rescatar a su nieta.
«No sabían nada de la inundación», dijo Stacey.
«Al principio, no quisieron hacerle caso», añadió Ken. «Pensaron que era una broma telefónica».
Su nieta había sido rescatada de un árbol, a 32 kilómetros río abajo de su campamento. Susan se apresuró a ir a Kerrville a recogerla, pero mientras hablaba con los capellanes el lunes, compartió que no tenía idea de dónde se encontraban los demás miembros de su familia.
«Sus dos hijas, sus esposos y su otra nieta habían estado de campamento, son toda su familia», enfatizó Stacey. «No sabía a dónde más ir».
Las desastrosas inundaciones tomaron por sorpresa a Kerrville, pero el impacto de perder a seres queridos tan repentinamente ha sido insoportable. Muchas personas a las que los Williamson han ministrado estaban conmocionadas y necesitaban hablar sobre lo sucedido.
«Estamos agradecidos por la oportunidad de estar aquí y servir, y de permitir que la gente nos escuche decir que Dios está con ellos y que Dios se preocupa por ellos», dijo Ken.
Los Williamson también compartieron el amor de Cristo con una mujer llamada Karen. Justo cuando estaban a punto de salir de la escuela primaria Ingram el lunes, la vieron sentada junto a la puerta.
«Llevaba una camiseta holgada del cuerpo de bomberos, pantalones cortos y sandalias que no parecían de su talla», recuerda Ken. «Stacey se acercó y entabló conversación, y nos dimos cuenta de que la habían rescatado. Ni siquiera era su ropa. La habían… rescatado y quería contarnos su historia».
Su historia fue un milagro de la providencia divina. A medida que subía el nivel del agua, esta arrancó la parte trasera de su casa móvil. Afortunadamente, los socorristas llegaron en una lancha antes de que pudiera ser arrastrada por la corriente.
Después de escuchar su historia, los Williamson le explicaron los pasos que debía seguir para obtener la ayuda que necesitaba y la llevaron a un refugio cercano.
«¿Tienes un vehículo para ir allí?», le preguntó Stacey. «La última vez que supe de mi vehículo, estaba en un árbol», respondió Karen.
Ahora, para los devastados por esta tragedia, comienza un oscuro tiempo de espera. Las casas deben ser reparadas, las vidas deben ser reconstruidas y muchos enfrentan un futuro doloroso sin sus seres queridos. En este momento difícil, los capellanes les recuerdan la verdad de Isaías 40:31: «Los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán el vuelo como las águilas, correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán» (NVI).
Por favor, ora por la zona centro de Texas, y por todos aquellos que sienten el peso del dolor y la desesperación. Pídele a Dios que los consuele y traiga paz a sus corazones.
*Nombre cambiado.