Cosas como esta no suelen ocurrir en Alemania: que líderes de iglesias de diferentes denominaciones se reúnan en torno a un propósito común de evangelización.
Más a menudo, es una denominación por aquí, otra por allá, cada una haciendo su propio ministerio mientras la asistencia a la iglesia disminuye constantemente y las iglesias tienen que cerrar poco a poco sus puertas. El año pasado fue el primero registrado en Alemania en el que menos de la mitad de la población pertenecía a una iglesia, según los informes oficiales, en comparación al 61% de hace solo 15 años.
Sin embargo, durante el primer fin de semana de octubre, más de 550 pastores y líderes de congregaciones se reunieron en la ciudad de Düsseldorf, al oeste de Alemania, en una cumbre de evangelización [Evangelism Summit] organizada por la Asociación Evangelística Billy Graham (BGEA, por sus siglas en inglés) a fin de unificarse, movilizarse y estimularse mutuamente en la difusión del Evangelio.
Pastores, evangelistas y profesores cristianos dirigieron sesiones sobre la predicación del mensaje esencial de la cruz, el levantamiento y discipulado de la próxima generación de seguidores de Cristo y la defensa del Evangelio.
Las animadas charlas con café y pasteles, las conversaciones interesantes en el vestíbulo de la sede y el culto apasionado pusieron de manifiesto el buen recibimiento de esta cumbre. Una y otra vez, se animó a los asistentes a no centrarse en sus diferencias, sino en lo más importante que tienen en común: el amor por Jesucristo y el deseo de compartirlo con los demás.
«Si la iglesia no evangeliza, la iglesia morirá», dijo con agudeza Franklin Graham durante un saludo en video a la multitud. Hay un «poder lleno del Espíritu Santo» en el Evangelio, dijo, y añadió que ora para que miles de alemanes conozcan a Cristo gracias a los esfuerzos de la iglesia local.
Un Festival de Franklin Graham que estaba previsto para ser celebrado en Colonia hace un par de años se pospuso debido a la COVID-19, pero antes de que la cumbre de dos días terminara el sábado, hubo un anuncio más: el año que viene se celebrará un Festival evangelístico en Essen, tan solo una hora al norte de Colonia.
En toda la multitud hubo alegría y aplausos en respuesta al sorprendente anuncio, y tras el evento, muchos rellenaron tarjetas de interés para recibir informes sobre el Festival y cómo pueden formar parte de él.
Adjo Felicité Goé estaba enlistada para participar en el Festival de Colonia hace un par de años, e inmediatamente después del anuncio del Festival de la Esperanza en Essen que tendrá lugar el próximo octubre, ya estaba preguntando cómo podía participar. El lugar, dijo, no supone ninguna diferencia.
«Colonia o Essen… sigue siendo Alemania», dijo con una sonrisa.
El plantador de iglesias
Heinrich Löwen tiene aproximadamente 30 años y es profesor en una escuela pública. Desde hace un par de meses ha venido ayudando a plantar una iglesia en Essen, lo que ha implicado conocer a nuevas personas de la comunidad y hablarles de Jesús.
Para una gran parte de la población de Alemania, ir a la iglesia es algo que se hace en Navidad, «pero a la gente no le interesa el mensaje», dijo.
En una reciente reunión con otros siete pastores, Löwen dijo que se enteró de que un pastor cerró su iglesia hace dos años y otro va a cerrar la suya este fin de semana. Muchas iglesias tienen pocas familias jóvenes, y algunas solo utilizan una fracción de su espacio disponible.
Aun así, como profesor de religión, se llena de ánimo al ver la curiosidad y el interés que sus alumnos muestran por el cristianismo. Mientras que sus pocos alumnos alemanes son más escépticos, la mayoría de los niños a los que enseña son refugiados de Oriente Medio, Ucrania y otros países, y ellos están llenos de preguntas.
Durante la cumbre, dijo, el Espíritu Santo puso en su corazón que orara por las personas que conoce en Essen y que orara para que Dios lo guíe al explicarles el Evangelio; sobre todo, a sus compañeros profesores.
Los trasplantes
En la fila para el almuerzo entre sesiones, Guilian y Leah Nkamga dijeron que dirigen un equipo de evangelización en su iglesia de Hannover. Él es de Camerún y ella de Canadá, y ambos quieren hablar de Jesús a tanta gente como puedan. Vinieron a la cumbre para aprender lo que otros están haciendo para alcanzar sus comunidades para Cristo.
«Algunas personas dicen: “No me interesa la iglesia, no me interesa Dios”, pero después se abren», dijo Leah, explicando cómo su iglesia participa en la evangelización en las calles. Parte del objetivo del equipo de evangelización es capacitar a los miembros del equipo para que puedan responder a las preguntas difíciles que puedan surgir.
Los Nkamgas se sintieron motivados por los oradores de la cumbre que pidieron a la multitud que avanzara en unidad como una sola iglesia, y no que las iglesias individuales se quedaran en su burbuja.
«Esto es por lo que arde mi corazón», dijo Guilian. «Espero que este sueño cobre vida, que nos unamos todos… Me siento conectado con la gente de aquí aunque no la conozca».
El empresario
Entre los líderes asistentes estaba Emil Roller, un empresario de la ciudad cercana de Bonn. En gran medida gracias a sus abuelos, Roller se convirtió a ser cristiano a los 20 años y ahora trabaja en finanzas. Ayudó a organizar la cumbre del fin de semana y dijo que evangelizar es tan importante para él como para los pastores.
La gente puede hablar con más transparencia con un empresario que con un pastor, dijo Roller, por lo que está en condiciones de llegar a diferentes personas. Roller ha animado a sus clientes a orar sobre situaciones difíciles y ha repartido Biblias para que conozcan mejor a Jesús.
Los clientes suelen sorprenderse al recibir una Biblia de alguien que trabaja en el área de finanzas, pero solo una vez se encontró con una persona que rechazó recibir la Biblia. Todos los demás la han recibido con gratitud.
Los voluntarios
Al otro lado de la sala, un grupo de voluntarios, en su mayoría jóvenes con camisas blancas de la cumbre de evangelización, eran difíciles de pasar por alto en la entrada de una gran sala de conferencias.
Esther Giller, de 24 años, era una de ellas.
Recién casada, Giller dijo que ella y su marido no se habían criado en hogares cristianos, pero desde que ella aceptó a Cristo hace cinco años, sus amigos han notado una gran diferencia.
Animada y rebosante de alegría pura, Giller habló sin reparos de la necesidad, no solo de decir a la gente cómo puede encontrar la paz en Jesucristo, sino de invertir en los demás y mostrarles cómo seguir a Cristo mediante el discipulado.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19, Giller ha sabido de un número de personas que han aceptado a Cristo, desesperadas por algo en lo que poner su esperanza y confianza. Pero aún queda mucho trabajo por hacer.
«Vemos que muchos cristianos están simplemente dormidos», dijo, por lo que se sintió emocionada al ver en la cumbre de evangelización la pasión de otros por predicar el Evangelio y discipular a los nuevos creyentes.
En su propio círculo de amigos, algunos han mostrado interés por su fe, pero la mayoría ve la religión «como algo que se mantiene en privado y que no se proclama en voz alta ni se habla abiertamente».
Mientras que mucha gente lleva collares de cruces, Giller lleva un collar de plata con una estrella de David con una cruz en el centro para iniciar conversaciones sobre el significado del símbolo. Es solo una forma de abrir la puerta para compartir el Evangelio.
La visión
Algunos de los que asistieron a la cumbre recuerdan con claridad que hace no mucho tiempo un evento así era difícilmente imaginable. Cecil y Linda Elijah son un ejemplo.
En 1990, la pareja nigeriana vivía en Bulgaria cuando Dios le dijo a Cecil que fuera a Alemania en tres días.
Cuando Cecil estaba en el ejército, dijo que nunca iría a Alemania, pero ahí estaba la voz de Dios, clara como el agua.
La pareja no tenía ni idea de cómo llegaría y contaban con muy poco dinero, pero a través de una serie de intervenciones de Dios, el Señor proporcionó los medios para que Cecil y Linda llegaran a Alemania. Ahora, juntos pastorean una iglesia en Colonia con miembros de países como África, India y Corea del Sur.
«Me encanta la nación. Amo a Alemania. Quiero ver a los alemanes salvados en multitudes», dijo Cecil.
Cuando piensa en hace 30 años, dijo: «Era muy difícil trabajar con las diferentes denominaciones». La pareja vivía en un apartamento de una sola habitación donde invitaban a otros a estudiar la Biblia mientras intentaban aprender alemán. En aquella época había mucha división, dijo, ya que «no existía la unidad».
Desde entonces, dijo Cecil, la iglesia ha cambiado mucho.
«Lo que vemos hoy [en la cumbre], hace algunos años no se podía soñar con esto… Iglesias de diferentes denominaciones en unidad, con una sola visión para llevar el Evangelio de Jesucristo a Alemania».
Cuando se le preguntó por qué cree que Dios ha llamado a una pareja nigeriana para que sirva en Alemania, Linda dijo que muchos alemanes «creen que lo tienen todo» —trabajo, educación, posesiones, etc.—, pero muchos están vacíos por dentro. Cuando los refugiados cristianos llegan al país sin nada, pero aun así están llenos de alegría, muchos alemanes se preguntan de dónde viene esa alegría.
Cecil y Linda están ansiosos por compartir la esperanza que tienen en Jesucristo con otros antes del próximo Festival de la Esperanza en Essen.
«Sé que Dios está a punto de hacer algo en Alemania», dijo Cecil, «y el Evangelio de Jesucristo se extenderá como un incendio».