Cuando Franklin Graham le dio la bienvenida a las 68 000 personas reunidas en la playa de Copacabana el sábado, no había ni una gota de lluvia en el cielo.
Pero el cielo despejado no duró mucho. Justo cuando el evangelista empezó a explicar la realidad de la oscuridad del pecado, de la eternidad del alma humana y de la vida después de la muerte, empezó a llover.
«¿Está tu alma a salvo y segura?», preguntó a la multitud de Esperança Rio. «Si murieras esta noche, ¿te recibiría Dios en su presencia?».
Los paraguas comenzaron a abrirse sobre la multitud. La gente se puso ponchos para la lluvia. Pero sus miradas y su atención permanecieron en el escenario de la playa.
«Dios te ama», continuó predicando Franklin Graham, sin que le afectara el cambio en el clima. «Él es paciente y no quiere que perezcas. Él quiere que estés con Él en el cielo. Pero el único camino es la fe en Jesucristo».
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Bajo un paraguas
La pregunta de Franklin Graham sobre la condición de su alma se quedó en el pensamiento de Bárbara.
Acurrucada bajo un paraguas con su marido, la brasileña de mediana edad no estaba segura de la respuesta. Así que cuando Franklin Graham guió a la multitud en oración a aquellos que decidieron hacer un compromiso con Jesucristo, ella repitió cada palabra en portugués.
«Vine a adorar a Dios, pero nunca esperé responder al mensaje de esta manera», compartió Bárbara más tarde, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
A tiro de piedra
Mientras que Bárbara no esperaba renovar su compromiso con Cristo el sábado por la noche, Thaiza no planeaba asistir siquiera.
La joven madre, que vive a un par de calles de la playa, vio cómo se construía el enorme escenario en la playa de Copacabana. Luego, la noche anterior al evento, escuchó a los músicos probando el sistema de sonido. Sintió gran curiosidad y fue a averiguar qué estaba pasando.
«Estaba sentada descansando y lista para irme a dormir, pero tuve la sensación de que tenía que ir a ver de qué se trataba, explicó.
Así que Thaiza caminó en medio de la oscuridad total para escuchar mejor la letra de la música durante la prueba de sonido. En cuanto escuchó la canción, no pudo evitar ponerse a llorar. Se identifica como cristiana, pero admite que hace mucho tiempo que no va a la iglesia.
«No estás yendo a la iglesia, así que la iglesia vino a ti», le dijo un voluntario del evento. Thaiza estuvo de acuerdo.
Menos de 24 horas después, la carioca llevó a su madre y a su hijo al evento evangelístico, donde los tres escucharon el mensaje de un Salvador que les espera pacientemente.
Más de 40 años después
Otra persona que se encontraba muy cerca de la playa de Copacabana era Wilson. Eso es poco común en la ciudad de Río de Janeiro, donde trasladarse de una zona a otra puede tomar horas.
Pero este hombre con el pelo de color sal y pimienta tomó el metro el sábado, a solo tres paradas de distancia.
«Este tipo de acontecimientos fortalece a la iglesia», dijo, totalmente equipado con paraguas, sombrero y chaqueta impermeable. Él fue testigo presencial en 1974, cuando su iglesia creció tras la Cruzada de Billy Graham en Río de Janeiro.
«Mucha gente conoció a Jesús gracias a ese acontecimiento, y hoy siguen siendo cristianos», dijo.
Un mes de primicias
Tal vez Natalia compartirá una historia similar algún día. Dentro de unas décadas, podría contar cómo su vida cambió en un fin de semana en la playa de Copacabana, el día en que invitó a Jesús a entrar en su corazón y en su vida por primera vez.
Minutos después de orar con Franklin Graham, no pudo contener las lágrimas al hablar de ello.
«Simplemente sentí que necesitaba orar», explicó, haciendo una pausa mientras las lágrimas se unían a las gotas de lluvia en sus mejillas.
Aunque Natalia no creció en un hogar cristiano, algunos retos de la vida la llevaron a visitar una iglesia hace apenas dos semanas. Allí fue donde un miembro de la iglesia la invitó a Esperança Rio.
Aún conmovida tras su decisión profundamente emotiva, Natalia no pudo decir mucho. Pero sí compartió su esperanza para los días venideros: «Espero permanecer cerca de Dios y no apartarme de la iglesia jamás».
¿Lágrimas o gotas de lluvia?
Desde la distancia, un pastor brasileño no podía notar si eran lágrimas o gotas de lluvia lo que brillaba en el rostro de un joven de 22 años en medio de la multitud.
Theodoro, uno de los consejeros capacitados, se acercó al joven para averiguarlo. Eran lágrimas. Y el joven no pudo contenerlas después de decidir rendir su vida completamente a los pies de Cristo.
Siempre es gratificante, dijo Theodoro, cuando puedes ayudar a alguien en ese estado a darse cuenta de que Dios lo está llamando a volver a Él.
Y en lo que respecta al cambiante clima del sábado, el pastor compartió su perspectiva de confianza: «La gente que quiere y necesita estar aquí, está aquí», dijo.
Dando un paseo
Una de las personas elegidas por Dios para escuchar las Buenas Nuevas el sábado fue Kalita.
Vive a 600 millas [966 km] de distancia, pero su familia estaba de vacaciones en Río de Janeiro. Estaban paseando por la famosa costa cuando el mensaje de esperanza que predicaba Franklin Graham tocó su corazón.
Entre un embarazo inesperado y el desempleo durante la pandemia, Kalita dijo que había perdido su confianza en Dios en los últimos meses. Pero el mensaje sobre el perdón de Dios la llenó de esperanza y oró para renovar su compromiso con su Padre celestial.
Ahora Kalita confía en que Dios tiene un plan para su vida y la de su hijo.