Este sábado, Addis Abeba, la capital de Etiopía, se llenó de alegría y adoración al Señor, y de gratitud por quienes entregaron sus vidas a Cristo. El sábado fue la primera noche de la campaña Encuentro con Dios de Franklin Graham.
Miles de paraguas de colores protegían a la gente del ardiente sol mientras la multitud vibraba llena de energía. Cantaban y bailaban: niños, abuelos e incluso los ujieres vestidos de azul.

Sesenta y cinco años después de que Billy Graham predicara en Addis Abeba, Franklin Graham volvió para el primer día del Encuentro con Dios, una campaña evangelística que atrajo a 117 000 personas a la Plaza Meskel, el mayor lugar de reunión al aire libre del país.
En su undécima visita a Etiopía, Franklin Graham quería que todos los presentes supieran cómo sus corazones pueden ser libres y encontrar satisfacción en una relación personal con Jesucristo.
A través de un intérprete que hablaba en amárico, el idioma local, Graham contó la historia de un mendigo ciego de la Biblia llamado Bartimeo, mientras un mar de gente se sentaba en sillas de plástico o en los escalones de cemento.
«¿Alguna vez has estado en un lugar muy oscuro?», preguntó. «Sin Jesucristo, estás espiritualmente ciego… No importa lo que tengas o quién seas, eres pobre espiritualmente sin Dios».
Bartimeo, al oír que Jesucristo pasaba por allí, tendió la mano y pidió misericordia. Al ver su gran fe, Jesús se detuvo y curó al hombre.
«Esta noche, Jesús está aquí. Está en Addis Abeba», dijo Franklin Graham. «¿Vendrás a Jesús esta noche? (…) ¿Estás dispuesto a decir: “Dios, ten piedad de mí”?».
Darik, de diecisiete años, estaba preparado y dispuesto. Solía seguir a Cristo, dijo, pero con la influencia de sus compañeros, se había alejado de su fe en los últimos tres años.
El sábado llegó el momento de volver. Tomó un autobús para acudir al evento y se sintió conmovido por la historia de Bartimeo, que respondió inmediatamente al llamado de Cristo y lo siguió. Darik dijo que le gustaría hacer lo mismo en su vida: confiar plenamente en Cristo y no mirar atrás. Sosteniendo una Biblia que recibió el sábado por la noche, dijo que quiere tomarse su fe en serio.

Lo que Cristo hizo en la Cruz
Ayana*, de 20 años, también sostenía en sus manos una Biblia tras responder al mensaje del Evangelio. No alcanzó a tomar el autobús para ir al Encuentro con Dios, pero cogió un taxi con su hermana mayor. En el pasado había estado interesada en seguir a Jesús, pero sus padres se oponían.
El sábado, sin embargo, su padre le permitió ir al evento. Ayana luchaba contra la preocupación y la ansiedad, pero estaba contenta de entregar sus cargas a Cristo y entregarle su vida. Solía leer la Biblia de su hermana, dijo, pero ahora se alegraba de tener la suya propia.
Momentos antes, Franklin Graham había explicado cómo se crió en un hogar cristiano, fue a la escuela dominical y creció orando en familia.
«Mis padres no pudieron elegir a Jesucristo para mí. Mi iglesia no podía elegir a Jesucristo por mí. Yo tuve que hacer esa elección», dijo. «No quería apartarme de mis pecados. Quería divertirme».
A los 22 años, sin embargo, le confesó a Dios que había hecho un desastre de su vida y le pidió que la arreglara.
Dios lo perdonó, dijo, «no porque sea una buena persona —soy un pecador—, sino por lo que Cristo hizo en la cruz».
Le dijo a la multitud que podían experimentar el mismo tipo de perdón si confiaban en Aquel que murió por sus pecados.

El camino merece la pena
Temesgen decidió hacer precisamente eso. Había caminado cinco kilómetros hasta el evento acompañado de unos amigos. A sus 40 años, con su esposa y sus tres hijos, dijo que había llegado el momento de arrepentirse de sus pecados y buscar una nueva vida centrada en Jesús.
«Esta noche, tú puedes ser perdonado… Sea cual sea el problema al que te enfrentes, ¿se lo entregarás a Él esta noche?».
Cuatro niños que estaban cerca de Temesgen estaban dispuestos a tomar la misma decisión. Los niños, de edades entre los 9 y los 13 años, oyeron hablar del Encuentro con Dios en una iglesia y acudieron al evento a pie, ya que vivían en la zona. Los cuatro entregaron sus vidas a Jesucristo.
Los jóvenes amigos adoraron a Dios acompañados de la música y el mensaje, y recibieron una Biblia tras hablar con un voluntario de oración. Tres de ellos nunca habían tenido una Biblia, pero ahora los cuatro tienen un ejemplar nuevo, en amárico, su lengua materna.
¿Qué van a hacer con ella cuando lleguen a casa?
«Vamos a leerla», gritó el niño de 11 años con una gran sonrisa.
*Nombre cambiado por razones de privacidad.


Te pedimos que ores por los que han respondido al mensaje, y que pidas a Dios que atraiga a miles de personas más cuando termine este alcance evangelístico.