«Es extraño, pero de alguna manera me siento culpable de que mi nieta esté viva, cuando tantos otros niños murieron. Pero Dios sabe por qué todo sucedió así», compartió el pastor José René Martínez.
Al igual que el pastor Martínez, la mayoría de los habitantes de Uvalde no logran comprender la horrible tragedia que tuvo lugar el martes, cuando un joven de 18 años entró en una escuela de educación primaria de esta tranquila ciudad texana y mató a diecinueve alumnos de cuarto grado y a dos maestras.
En este pequeño pueblo de apenas poco más de 15 000 habitantes, la impactante noticia ha afectado a todo el mundo, y los capellanes del Equipo de Respuesta Rápida de Billy Graham (BG-RRT), capacitados para responder en situaciones de crisis, están allí para ofrecer apoyo espiritual y emocional a la comunidad.
Angela, de diez años, es una alumna de cuarto grado de la Escuela Primaria Robb de Uvalde. El martes por la mañana recibió un diploma por sus buenas notas, pero su abuelo, el pastor Martínez, no pudo llegar a la escuela a tiempo para estar presente en la ceremonia.
Llegó allí más tarde, y la maestra le sugirió: «Puede llevársela a casa si quiere».
«Lo dudé», dijo el pastor Martínez. «Pero luego pensé: “Puedo compensarla por no haber estado presente en la ceremonia llevándola a tomar un helado o algo así”. Así que me la llevé. Creo que el tiroteo empezó 10 minutos después».
«Todavía no puedo creer que ese hombre haya entrado en mi escuela y le haya disparado a todos esos niños», compartió la pequeña Angela. «Ahora mi mejor amiga, Eliahana, está muerta. Muchos de mis amigos lo están. Pero yo sé que Dios me salvó y por eso no estaba en la escuela en el momento del tiroteo».
No son los únicos que ven la mano de Dios moviéndose en Uvalde, incluso en medio de esta tragedia.
Rodeados por el Espíritu Santo
El capellán bilingüe José Mena vive en San Antonio y condujo hasta Uvalde en cuanto pudo. «Sabía que necesitarían a alguien bilingüe aquí y yo solo quería estar aquí para la gente», compartió.
Fuera del Centro Cívico, tuvo la oportunidad de hablar con Benito, un padre joven que había traído a su sobrino para que recibiera consejería. Su conversación pasó varias veces del inglés al español, y viceversa.
«Me dijo que quería tener una relación con Dios, pero que en el pasado había tenido mucho odio hacia la iglesia…
»Comencé a decirle lo que dice la Biblia y le compartí el Evangelio. Y le dije que la Biblia dice que tienes que creer que Jesús es el Hijo de Dios y que murió por tus pecados para ser tu Salvador. Así que le pregunté: ¿Crees esto?
»“Sí”, respondió. Y me dijo: “Gracias, hermano, realmente necesitaba oír esto. Me estás animando a unirme a una iglesia. Me gustaría visitar tu iglesia”».
Mena también fue bendecido por la conversación.
«Creo que cuando te acercas a alguien con la compasión que viene de Dios, el Espíritu Santo nos rodea mientras estamos allí, y de alguna manera esa compasión invade su corazón. Yo pude sentir a Dios moviéndose en él».
‘¡Mamá, Dios se siente como fuego!’
Gladys Castillón también ha visto a Dios moverse poderosamente en medio de esta tragedia.
Castillón lleva más de dos años realizando ministerio cristiano con mujeres en Uvalde. Su hija de 10 años y su clase estaban jugando en el patio de la escuela cuando oyeron el sonido de los disparos.
«Las maestras gritaron: “Corran a cualquier salón y tírense al suelo. ¡Todo el mundo al suelo!”», dijo Castillón. «Y les dijeron que guardaran silencio y apagaron las luces.
»Mi hija tiene una fe muy fuerte, así que le preguntó a su maestra si podía orar. La maestra le dijo que sí, así que mi hija cogió la mano de su amiga y empezó a orar.
»Me dijo que podía oír la risa de “ese hombre” que se escuchaba con fuerza por toda la escuela. Pero también me dijo: “Pero mamá, cuando estaba orando, sentí que Dios me estaba protegiendo. Sentí que Dios estaba conmigo. ¡Mamá, Dios se siente como fuego!”».
Cruces para recordar las 21 vidas perdidas en la tragedia
«Dios es bueno, y Dios es fiel, y lo he visto actuar aquí en Uvalde», dijo Castillón. «¡Pero hay mucha oscuridad en nuestra ciudad y tenemos que dominarla con el poder de Dios que hay en nosotros! ¡Este joven, el tirador, era mi vecino y yo no lo sabía! Sabemos bien cuál es nuestro llamado como cristianos y no podemos resistirnos. Tenemos que hacer la obra de Dios y llegar a la gente que nos rodea. No podemos dejar que los jóvenes se queden abandonados y se pierdan de esta manera. ¡Con esto vemos hasta dónde pueden llegar!».
Un grupo de padres de alumnos de cuarto grado se reunió frente al Centro Cívico, donde varias organizaciones sin ánimo de lucro le estaban dando regalos a los niños, proporcionaban comida gratuita para toda la comunidad y ofrecían consejería gratuita a todos los afectados por el tiroteo.
«Mi hijo era amigo de muchos de los niños que perdieron la vida el martes», dijo Nancy Martínez. «Han estado juntos en la escuela desde el kinder. Su mejor amigo de toda la vida era José Flores. Mi hijo también se llama José, y les gustaba decir que eran “gemelos”».
Nancy no pudo contener las lágrimas. Su hijo asiste ahora a una escuela bilingüe en la misma ciudad de Uvalde.
«Mi hijo está sufriendo mucho. No puedo dejar de pensar que si se hubiera quedado en esa escuela, no sé qué habría pasado».
«La gente de Uvalde y de todo el mundo necesita oír que el enemigo está haciendo exactamente lo que Jesús dijo que haría: robar, matar y destruir», compartió el capellán Mena.
«Y también necesitan oír que hay un Dios que les ama, que ve sus lágrimas y siente su dolor, y que ha enviado a su Hijo a morir por nosotros para que no tengamos que vivir en este valle de sombra de muerte para siempre».