Janice no ha parado de llorar desde el viernes.
Su amiga y vecina de toda la vida, Cheryl, murió cuando el huracán Helene asoló su comunidad en Boone, en las montañas de Carolina del Norte.
«No tenía forma de salir», dijo Janice, llorando mientras relataba aquel horrible día. Ruth Stout-Miller y Mona Sadler, capellanas del BG-RRT, la escuchaban con empatía.
Ruth y Mona forman parte de un equipo de más de 50 capellanes que se han desplegado por todo el sureste de Estados Unidos, atendiendo algunas de las zonas más afectadas de Florida, Georgia, Carolina del Norte y Tennessee.
Las mujeres estaban de pie en el porche de Janice, mientras ella miraba hacia el arroyo, varios metros más abajo. Días antes, el arroyo casi había llegado al porche.
Janice, junto con su prometido Jeff, su hija y su nieto de 2 años, se había preparado para evacuar su casa el viernes, llevando rápidamente algunas de sus pertenencias al coche.
Estaba preocupada por Cheryl, la vecina de al lado, y le hizo señas.
«Intentaba decirle que saliera por la ventana y viniera al coche con nosotros», explicó Janice.
Cheryl era más que una vecina: era una amiga íntima que con frecuencia les llevaba cupcakes recién horneados y disfrutaba al jugar a las peleas con pistolas de agua con el nieto de Janice a través de la ventana.
Janice vio horrorizada cómo dos grandes árboles caían sobre la casa de Cheryl y las aguas se llevaban el porche y un pequeño puente río abajo. Un tercer árbol aplastó la casa y la arrancó de sus cimientos.
«Toda su casa empezó a avanzar, luego se giró y empezó a venir hacia nosotros», relató.
La familia de Janice quedó atrapada tras la tormenta y fue rescatada más tarde por los equipos de emergencia.
Janice lleva 12 años viviendo en esta bulliciosa ciudad y ha visto crecer el arroyo muchas veces, pero nunca como ahora. Con el corazón destrozado por la pérdida de su amiga, Janice ha tenido poco tiempo para lamentar la pérdida de su propia casa, que muy probablemente será irreparable a causa de los daños causados por la inundación.
Sentadas en su oscura sala sin electricidad, las capellanas Ruth y Mona oraron por Janice y su familia.
«Señor, oro para que consueles sus corazones después de que perdieron a una querida amiga en una situación inimaginable», oró Ruth. Después, Abrazó a Janice mientras derramaba más lágrimas.
«Las oraciones me están ayudando a salir adelante», les dijo a los capellanes entre sollozos.
Otra ‘piedra Ebenezer‘
En los más de 50 años que Monnie Roten lleva viviendo en su casa de Boone, nunca había visto nada tan catastrófico como lo que vio el viernes pasado.
En 30 minutos, el riachuelo Goshen Creek se desbordó y cubrió todo su jardín bajo varios metros de agua que pronto comenzó a filtrarse al interior de su casa.
Las capellanas Mona y Ruth ahora se encontraban en su porche trasero, que había quedado bajo el agua un par de días antes. Los escalones traseros habían sido arrastrados por las aguas.
Monnie seguía procesando los eventos de los últimos días mientras respiraba al aire libre, lejos del olor a moho de su casa, mientras los voluntarios de Samaritan’s Purse trabajaban para sacar de ahí madera podrida.
Pensó que podría esperar a que pasara la tormenta con su hijo, su nuera y sus nietos pequeños en su casa. Entonces oyeron un golpe aterrador.
El tanque de gas propano del vecino había entrado flotando en su jardín y había chocado contra algo, arrojando gas por todas partes.
La familia escapó rápidamente, llevando a los niños y a Monnie, de 74 años, a través de las peligrosas aguas del patio.
Monnie le mostró a los capellanes fotos y videos de la evacuación de su familia.
«Esa era mi ventana y esta era mi sala», dijo mientras invitaba a Mona y Ruth a entrar en su casa destrozada.
«¿Cuál es tu mayor necesidad de cara al futuro? preguntó Mona, sacando un bloc de notas para anotar sus oraciones.
«Orar», respondió, poniéndose las manos sobre la cara mientras empezaba a llorar. «Toda la gente que ha orado conmigo y me ha abrazado… no puedo decirte lo que ha significado».
Después de que Monnie compartiera que ella tiene su fe puesta en Jesucristo, los capellanes la animaron a seguir aferrándose a Él en busca de esperanza, descanso y paz.
Monnie les habló de una de sus pertenencias más preciadas: sus piedras «Ebenezer».
Les explicó que cada vez que Dios sacaba a su familia de una tormenta en la vida, ella añadía una piedra a su jardín como recordatorio de la fidelidad de Dios (ver 1 Samuel 7:12).
«Todavía están ahí», dijo con una sonrisa en la cara mientras señalaba al exterior.
Mientras las motosierras zumbaban y el equipo de rescate martilleaba el muro interior, Mona y Ruth cogieron la mano de Monnie y dieron gracias a Dios por haber protegido su vida.
Antes de que los capellanes dejaran la casa de Monnie, Mona le preguntó: «Por cierto, ¿ya colocaste tu nueva piedra?».
Por favor, sigan orando por los que han perdido a sus seres queridos y sus hogares, por los que se enfrentan a la escasez de alimentos y agua, y por los capellanes que están allí para ofrecer palabras de aliento.