Tras el paso del huracán Helene, el Billy Graham Training Center at The Cove ha pasado de ser un apacible centro de retiros a convertirse en un bullicioso centro de ayuda en catástrofes en el oeste de Carolina del Norte.
The Cove proporciona comidas calientes y alojamiento a la Patrulla de Carreteras del Estado de Carolina del Norte, a los capellanes del Billy Graham Rapid Response Team (BG-RRT) y a los voluntarios de Samaritan’s Purse. Las instalaciones, que han estado operando con generadores, acogen a estos hombres y mujeres mientras atienden a las comunidades cercanas, incluidas las ciudades de Swannanoa y Fairview, duramente golpeadas por la tormenta.
«La misión de The Cove es la capacitación de personas en la Palabra de Dios para ganar a otros para Cristo. Yo veo esto como… una forma diferente de hacerlo: apoyando a quienes sirven en nuestra comunidad», dijo Eric Wilkes, director ejecutivo de The Cove.
En lugar de asistir a seminarios que duran todo el día en el centro de retiros, este ejército de voluntarios se pasa el día ayudando en lugares donde las carreteras están destrozadas, las casas inundadas o destrozadas, y las familias lloran la pérdida de sus seres queridos.
Por la noche, durante la cena en el comedor de The Cove, los presentes intercambian historias sobre cómo Dios está cambiando vidas y moviendo corazones en medio de la destrucción. Para los agentes, al final de un largo día de trabajo, esos momentos han traído un gozo inesperado.
«Los [soldados y agentes del orden] que vienen aquí ven positividad, positividad, positividad. Siempre que salen a trabajar, ven cosas malas. Es muy fácil que se te endurezca el corazón», explicó Daniel Hall, patrullero de carretera. Pero escuchar las historias de fe en medio de la tragedia realmente tiene un impacto. «Te voy a decir una cosa, este lugar aquí mismo está suavizando mi corazón un poco».
La noche anterior, había llamado a su mujer desde el balcón de The Cove que tiene una vista de las montañas Blue Ridge. «Le dije: “Sí, estoy fuera de casa. Estoy fuera por trabajo, pero probablemente volveré a casa como una persona mejor”».
La experiencia ha ayudador a oficiales como Hall a recordar que no hay nada más importante que dar prioridad a Dios.
«Nuestros trabajos son duros, y espero que algún día podamos ser tan felices como [el personal y los voluntarios] lo son aquí», continuó Hall. «Mañana por la mañana dijeron que [el tiempo devocional] será aquí afuera. Les dije a los chicos: “No voy a entrar a trabajar por la mañana. Voy a ir a buscar un poco de Jesús para intentar empezar mejor el día”».
‘Siento que no hay esperanza’
La coordinadora de capellanes de Billy Graham Toni New, vivió en primera persona una de esas historias de fe. Estaba organizando el papeleo en The Cove cuando se enteró de que había un hombre en la puerta de entrada que necesitaba hablar con alguien.
«Vino caminando hacia mí con lágrimas en los ojos», dijo New al describir a John*, cuyo gorro le cubría el pelo despeinado. «No había podido ducharse».
Dentro de una sala de conferencias, John contó que se había trasladado a Asheville desde California hacía tres años para estar con su hijo pequeño, pero que le había resultado muy difícil encontrar trabajo como fotógrafo.
«Dijo que nunca sintió que encajara aquí», recordó New.
Durante la tormenta, John intentó sacar a su hijo y a la madre de éste de la zona y, mientras lo hacía, dijo «haber visto a gente que parecía que iba a morir» en las aguas de la inundación.
«Me siento tan solo, siento que no hay esperanza», le dijo John a New tras haber pasado varios días viendo la inmensa destrucción causada por el huracán.
Después de orientarlo un poco, New le habló del único camino hacia la verdadera esperanza y la paz.
«¿Puedo compartir algo contigo?», le preguntó, sacando un folleto de Pasos hacia la paz con Dios. Juntos leyeron las Escrituras y John expresó su deseo de tener una relación con Dios.
«¿Te gustaría recibir al Señor, dar un giro a tu vida y dejar que Él te traiga esa paz que necesitas?», preguntó New. John aceptó, y los dos oraron juntos mientras él se acercaba a Cristo en arrepentimiento y fe.
«Me siento mucho mejor», dijo John con una sonrisa.
John es solo una de las más de mil personas con las que los capellanes han orado desde el paso del huracán, y este equipo continuará su ministerio en el sureste del país en los próximos días.
*Nombre cambiado por privacidad.
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