El esposo de mi hermana es muy exitoso y no puedo evitar sentir celos por todas las cosas lindas que ella tiene y las cosas divertidas que pueden hacer. ¿Está mal que sienta esto?
La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.
Déjame hacerte una pregunta: ¿eso que sientes por tu hermana hace que te acerques o que te alejes de ella? ¿Hace que te alegres por las cosas lindas que le suceden, o que te resientas y molestes (incluso, tal vez, hasta el punto de desear en secreto que le suceda algo malo)?
Creo que sabes la respuesta. Los celos nunca traen nada bueno con ellos. En el mejor de los casos, quizá solo produzcan envidia. En el peor, pueden destruir nuestras relaciones y carcomernos el alma. Parte del problema es que los celos casi nunca vienen solos. Más bien, traen consigo una tropa de otros pecados como la ira, la ambición, la codicia, el rencor, etc. Con razón la Biblia sostiene: «El enojo es cruel, y la ira es como una inundación, pero los celos son aún más peligrosos» (Proverbios 27:4, NTV).
¿Cómo puedes lidiar con esto? Primero, confiesa tus pecados a Dios con honestidad y pídele que te ayude a superar estos sentimientos. Además, pídele que te ayude a tratar con otros asuntos más profundos que quizá sientas, tales como un orgullo lastimado o incluso codicia. Uno de los Diez Mandamientos declara: No codiciarás… nada que le pertenezca a tu prójimo» (Éxodo 20:17).
La clave está en ver a tu hermana como Dios la ve. Dios las ama a ambas y Cristo murió por ambas. Agradécele a Dios por ella y pídele que te ayude a amarla de la misma manera en que Cristo lo hace: de forma libre, incondicional y con gracia.