¿Habrá comida y bebida en el cielo?

¿Podremos beber y comer en el cielo?


La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.

«… para que coman y beban a mi mesa en mi reino…».

Lucas 22:30, NVI

Muchos han especulado que los cuerpos que recibiremos en la gloria no necesitarán alimentos para su sustento. Sin embargo, el Señor prometió: «Al que salga vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios» (Apocalipsis 2:7, NVI). Y Juan nos da un vistazo de esta revelación: «… y corría por el centro de la calle principal de la ciudad. A cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes…» (Apocalipsis 22:2). Esto habla de una provisión abundante por parte del Dios Creador.

Recordemos también que cuando Jesús se le apareció a sus seguidores en su cuerpo glorificado, les preguntó si tenían algo para comer. Lucas relata que «le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos…» (Lucas 24:42-43). No es que Jesús tuviera hambre, pues ya no estaba sujeto a las necesidades humanas. Yo creo que comió con ellos por dos razones: para que el hecho sirviera como prueba de su resurrección corporal y para tener comunión con sus discípulos. La última vez que estuvo con ellos, se reunieron alrededor de la mesa y compartieron la cena de Pascua.

Después de todo, ¿qué sería de una reunión familiar sin comida? Cuando la familia de Dios se reúna en su reino, ¡disfrutaremos de la comida celestial con el Cordero! Él mirará a las almas reunidas alrededor de la Mesa del Señor, y su corazón estará satisfecho. «Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios» (Lucas 13:29).

Sin embargo, antes de que llegue ese día, no pases por alto ninguna oportunidad de acercarte a Dios y confiar en Cristo como tu Salvador. «Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian» (Salmo 34:8).

¿Has confiado tu eternidad en las manos de Cristo? Ora ahora.

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