Mi esposo y yo hemos permanecido juntos muchos años por el bien de nuestros hijos, pero como ellos ya dejaron de vivir con nosotros, hemos decidido dar el paso y divorciarnos. Mi madre mantiene la esperanza de que no lo hagamos, pero, ¿para qué mantener un matrimonio fallido?
La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.
Me entristezco cada vez que escucho de un matrimonio fallido, pues sé que los cónyuges no planearon que esto sucediera al momento de casarse. Cristo, quien nos dio el matrimonio como un regalo, tampoco planeó que así fuera. Al principio de la raza humana, Dios declaró: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Génesis 2:18, NVI).
¿Es posible salvar tu matrimonio? Quizá no sea fácil, pero yo creo con la ayuda de Dios, es posible. El primer paso es querer salvarlo. Supongo que ese es un gran obstáculo, pues has estado imaginando lo feliz que serás una vez que estés divorciada. Sin embargo, eso no necesariamente es cierto: el divorcio con frecuencia trae consigo una gran cosecha de problemas (soledad, problemas financieros, falta de ayuda mutua, etc.).
Es por eso que el paso más importante que pueden tomar es volverse a Jesucristo y encomendarle sus vidas y matrimonio a Dios. Él los ama y puede darles un amor renovado por el otro a medida que le entreguen sus vidas a Él. Tómense un tiempo para meditar en el gran amor de Dios por nosotros. Jesús dijo: «Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros» (Juan 13:34).
Luego sigan pasos prácticos para renovar su amor. Y debe hacerlo cada uno por su cuenta. Cuando el enojo o las palabras duras aparezcan, pídele a Dios que te ayude a dejarlas atrás. La Biblia afirma: «El amor es paciente, es bondadoso… no guarda rencor» (1 Corintios 13:4‑5).
Encomiéndale tu vida y tu matrimonio a Cristo hoy mismo.