Mi esposo falleció hace seis meses, luego de casi cincuenta años de matrimonio. Al principio, las personas venían a visitarme y se mostraban muy preocupadas, pero ahora, casi nadie me visita ni me llama. ¿Acaso la gente no se da cuenta de lo duro que es perder a alguien que amas?
La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.
Tienes razón: la gente a menudo no se da cuenta de lo duro que es perder a alguien a quien amamos. Tal vez tu carta nos aliente a todos a ser más sensibles con quienes están atravesando un tiempo difícil. La Biblia nos recuerda: «Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas» (Gálatas 6:2).
La verdad más importante que puedo compartirte es que, aun si otros se olvidan de tu aflicción, ¡Dios no se olvida de ti! Él conoce tus dolores, así como también el vacío que hay en tu corazón. Además, Él prometió estar contigo. Aun cuando la tristeza o la soledad te agobian, Él te ama y quiere consolarte. Si nunca lo has hecho, pídele a Cristo que entre a tu corazón y tu vida hoy. Su promesa es para ti: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Después, permíteme invitarte a que te acerques a alguien más que esté atravesando por circunstancias de duelo o dolor, y le ofrezcas tu amistad. Si miras alrededor, encontrarás personas solas, temerosas o enfrentando lo incierto. Pídele a Dios que te ayude a crear amistades con tales personas: te necesitan y tú necesitas de ellas.
Además, no te olvides de tus amigos. Exprésales gratitud por su amabilidad y hazles saber que valoras su amistad continua. Recuerda: quizá ellos nunca hayan experimentado la pérdida de un ser cercano y tal vez no se den cuenta del profundo impacto que tiene el dolor. Y encuentra ánimo en la promesa de Jesús: «Dichosos los que lloran, porque serán consolados» (Mateo 5:4).