¿Por qué la Biblia instruye a los creyentes a examinarse a sí mismos? ¿Es esto algo que debemos hacer públicamente o en privado?
La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.
Las Escrituras nos dicen que nos reconciliemos con Dios (Mateo 5:23-24) y nuestra alegría será restaurada al encontrar en Cristo la salvación. La Biblia también dice que nos examinemos a nosotros mismos (2 Corintios 13:5) y Dios nos mostrará dónde estamos equivocados y qué es lo que bloquea el gozo que deberíamos experimentar como cristianos.
Puede ser malicia, rencor, celos u odio; puede que guardemos resentimiento contra alguien y no queramos perdonar. Tal vez nos ofendamos con demasiada facilidad o estemos llenos de orgullo. La falta de honestidad, los chismes, la crítica, la preocupación, los pensamientos lujuriosos, la incredulidad, la falta de oración, el descuido de la Palabra de Dios… cualquiera de estas cosas puede impedir que el gozo de la salvación crezca en nuestras almas, impidiendo que el Espíritu Santo tome posesión de nuestras vidas. Muchas de ellas pueden ocultarse de los hombres, pero nunca de Dios.
Confesar estas cosas por su nombre es el primer paso hacia la victoria. No debemos decir: «Señor, perdona mis pecados». Definámoslos, porque Dios ya los sabe. Debemos pedirle que nos dé el poder y la fuerza para vencerlos. Debemos tomarle la palabra cuando dice «ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar» (1 Corintios 10:13).
Hay ciertos pecados que se han cometido solo contra Dios. Esto requiere una confesión privada. Nadie, excepto Dios, tiene que saber nada de ellos. Es un asunto solo entre tú y Él. Hay otros pecados que se han cometido contra otra persona; dicha transgresión debe ser confesada no solo delante de Dios, sino también frente al que ha sido agraviado. Nunca habrá paz hasta que se haya hecho la confesión y se haya buscado el perdón.
Esta columna está basada en las palabras y escritos del difunto reverendo Billy Graham.