¿Por qué los cristianos se oponen a la eutanasia?

En los últimos años, varios países alrededor del mundo han aprobado leyes que han legalizado la eutanasia y extendido el alcance de los servicios de asistencia médica para las personas que quieren morir. 

El debate progresó de retirar las máquinas y tratamientos de soporte vital a personas que de otra forma morirían de forma natural, pasando una gran diversidad de interpretaciones sobre la eutanasia para pacientes terminales, y llegando finalmente al más moderno concepto de «asistencia médica para morir».

Con las políticas de eutanasia más permisivas de la historia ahora legalizadas en varios países, meditemos sobre el tema a la luz de las Escrituras por medio de esta respuesta de Billy Graham.


De los escritos del reverendo Billy Graham.

El «derecho a morir» se ha sumado al tema del aborto como una de las cuestiones más importantes y complicadas de nuestra época.

Siempre ha habido «tiempo para nacer y tiempo para morir» (Eclesiastés 3:2, NVI). De alguna manera, hemos confundido el derecho a morir con el tema de la eutanasia (el asesinato deliberado de quienes sufren). Debemos tener claro que ambos conceptos no son lo mismo. El «derecho a morir» se define como el derecho del individuo a determinar si se deben tomar medidas inusuales, que normalmente implican costosos instrumentos mecánicos de soporte vital, a fin de prolongar la vida en casos en los que la muerte es inevitable. En este caso, la persona morirá de manera natural a menos que se haga algo para evitarlo.

La eutanasia, por su parte, es definida como la intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura. La vida es sagrada y nos ha sido dada por Dios; por esa razón, nunca debemos tolerar la muerte deliberada y antinatural. Esta es una de las principales razones por las que la mayoría de los cristianos que se toman en serio la Biblia se oponen al aborto y a la eutanasia.

Al mismo tiempo, permitir que el proceso natural de la muerte siga su curso no es necesariamente incorrecto; esto es, cuando la vida solo puede mantenerse mediante medidas médicas extremas. Hay una diferencia entre el aplazamiento de la muerte y la terminación intencional de una vida. Al estar junto a la cama de alguien que tiene tubos de soporte vital insertados en muchas partes de su cuerpo, podemos entender cómo, en ocasiones, el tratamiento médico humano puede considerarse inhumano. Cuando el tratamiento de los seres humanos se vuelve, a todas luces, inhumano, la mayoría de nosotros queremos tener el derecho a rechazar dicho tratamiento. Las Escrituras nos brindan consuelo: «En sus manos está la vida de todo ser vivo y el aliento que anima a todo ser humano» (Job 12:10, NVI).

La respuesta a cuándo debe una persona vivir y cuándo debe morir está solo en Dios, porque nuestro aliento proviene de Él.