En el fondo de nuestras almas, todos tenemos hambre de Dios —aun cuando no nos demos cuenta de ello—, y mi oración es que no te des por vencido hasta que Dios mismo haya satisfecho el hambre que sientes en tu alma.
La mejor noticia es que sí puedes llegar a conocer a Dios, ¡porque Dios mismo quiere que le conozcas! Él te creó y te ama, y más que otra cosa, Él desea que lo conozcas y que pases la eternidad en el cielo con Él. Él ya ha hecho esto posible al enviar a su Hijo al mundo para reconciliarlo con Dios. La Biblia dice: «Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios» (1 Pedro 3:18).
¿Cómo es esto posible? Es posible porque Jesucristo vino a derribar el muro que existía entre Dios y nosotros; la barrera creada por nuestro pecado y desobediencia. Dios es santo y perfecto y, por lo tanto, uno solo de nuestros pecados no podría entrar en su presencia. Pero, en la Cruz, Jesús cargó con todos nuestros pecados, y él tomó el juicio y el castigo que nosotros merecíamos. Gracias a Él podemos ser perdonados y limpiados de nuestros pecados y, cuando eso pasa, el muro es derribado. ¡Podemos conocer a Dios!
Ahora, Dios nos ofrece la salvación como un regalo, puesto que Jesucristo ya pagó su precio. Mi oración es que decidas aceptar hoy ese regalo, pidiéndole a Cristo que sea el Señor y Salvador de tu vida.