La armadura de Dios: El casco de la salvación

Esta serie de verano de cinco partes tiene como objetivo fortalecerte en la Palabra de Dios y equiparte para la batalla espiritual. ​​Esta es la cuarta parte de la serie de verano La armadura de Dios.

No te pierdas la primera, segunda y tercera parte.

«Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios».

Efesios 6:14-17, NVI

Es muy probable que en algún momento de tu vida hayas usado un casco.

Quizá tu madre te pidió que te pusieras un casco antes de un paseo en bicicleta, o tal vez usaste uno al practicar algún deporte o al montar una motocicleta.

A veces, el casco puede parecer molesto e incómodo. Puede bloquear tu visión o incluso hacer que te duela la cabeza. Sin embargo, un casco puede salvarte la vida. Es una capa adicional de protección que brinda confianza ante el peligro.

Cuando el apóstol Pablo se refirió al «casco de salvación» en la carta a la iglesia de Éfeso, muy probablemente su audiencia llevaba una vida muy dura. Además de las muchas dificultades que enfrentaban las personas en su vida diaria en aquella época, los cristianos vivían en una cultura sumamente hostil a su fe. 

El casco era la última pieza de la armadura que se ponían los soldados, pero posiblemente la más importante.

Si tu mente, tus ojos y tus oídos no están protegidos, las posibilidades de sobrevivir son muy bajas. Por eso, cuando Dios nos dice que necesitamos un casco para enfrentar la vida en el ámbito espiritual, lo hace para equiparnos con un elemento fundamental para librar las batallas de la vida.

Cuando las personas deciden arrepentirse de sus pecados y seguir a Jesús, reciben la salvación de su alma, misma que en este pasaje de las Escrituras es presentada como un casco. La salvación significa que una persona ha sido rescatada de las consecuencias eternas de sus malas acciones y ya no tiene que vivir separada de Dios.

Este casco de salvación le da a los creyentes la seguridad de saber cuál es su posición en el campo de batalla entre el bien y el mal, es decir, de qué lado están.

Hechos 4:12 dice:

«De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos».

«La salvación es un acto de Dios. Es iniciada por Dios, realizada por Dios y sostenida por Dios», dijo Billy Graham. «La fe que salva el alma se describe como la fe en Cristo como el Hijo de Dios; no como un hombre bueno o un gran hombre, sino como el único y engendrado Hijo del Dios vivo».

>> ¿Qué significa la seguridad de la salvación?

¿Llevas puesto el casco?

Incluso después de que hemos decidido ser seguidores de Jesucristo, muchas veces olvidamos que se nos ha concedido el hermoso don de la salvación.

Esto puede hacer que pierdas dirección en la batalla e incluso que olvides la gran certeza que Dios te ha regalado. Cuando esto sucede, antes de que te des cuenta tu vida de oración se ha disipado y la Palabra de Dios está lejos de tus manos y de tu corazón.

Si ese es tu caso, es posible que sientas que ya has perdido la batalla, sin embargo, recuerda que no es así. Acércate al Señor y ponte toda la armadura de Dios.

Cuando Satanás lance dardos contra ti o tu familia, recuerda tu casco. Tu salvación está siempre contigo y puede proteger tu mente de toda duda y malos pensamientos, así como cambiar tu perspectiva y librarte de los planes del enemigo.

Romanos 12:2 dice: 

«No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta».

Esta es la evidencia de la salvación en un cristiano.

Otra forma de pensar en ello es la siguiente: ¿Mantienes tu mente en Cristo?

Esto puede lucir como pedir ayuda a Dios en lugar de quejarte por el comportamiento de tu cónyuge, levantarte temprano para leer la Biblia y orar por tu hijo rebelde, o poner música de adoración para volver a centrarte en Dios en lugar de distraerte con diversiones terrenales.

Si sientes que en este momento tienes un pie en el reino de Dios y otro pie en el mundo, recuerda que hay una solución.

Billy Graham dijo una vez: «Si notas que tu mente se aparta de Cristo y te lleva a cosas en las que no deberías pensar, entonces ora: “Señor, perdóname y ayúdame a volver a centrar mi mente en Cristo”. Yo oro de esta forma muchas veces».

La salvación trae la paz

En los Evangelios, Jesús fue bautizado para dar ejemplo a los nuevos creyentes de lo que es ser un cristiano, limpio a los ojos de Dios. Fue entonces cuando voló una paloma, símbolo del Espíritu Santo y de la paz entre Dios y la humanidad (Mateo 3:16-17).

Ese momento demostró cómo la salvación trae la paz. Y la paz de Dios no es algo que se desvanezca en tiempos difíciles.

Isaías 26:3 dice:

«Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía».

Incluso cuando te sientas derrotado o agotado por la batalla espiritual, tu casco puede seguir firme sobre tu cabeza, recordándote en todo momento dónde está tu esperanza y protegiéndote del diablo.

Recuerda que la salvación no es algo que ganarás al final de la batalla. La salvación no es algo que puedas conseguir, sino que se te ha dado al momento de poner tu fe en Jesucristo como tu Salvador. Ahora eres parte del ejército del Señor. Es gracias a tu salvación que eres capaz de ganar la guerra en última instancia.

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