Devocional de Will Graham: El sacrificio perfecto

Lectura bíblica: Hebreos 9:23-28, NVI

Perfección. ¿La has visto alguna vez? Claro, podemos mirar un copo de nieve, una flor o la sonrisa de un niño y sentir que estamos viendo la perfección. En nuestro limitado entendimiento, podemos pensar que eso que observamos representa la perfección; sin embargo, ese copo de nieve pronto se disolverá, a la flor tal vez le falta un pétalo, y el niño no tardará en tener un mal comportamiento que disuelva el encanto de su sonrisa. Lo cierto es que en este mundo es muy raro, tal vez imposible, encontrar algo sin mancha, sin tacha, sin defecto.

Lo mismo puede decirse de los sacrificios del Antiguo Testamento: no eran perfectos. No purificaban nada y nunca resolvían verdaderamente el problema del pecado y el juicio. Pero cuando observamos el sacrificio de Jesús, el momento más crucial de la historia, somos testigos de algo que realmente no tiene defecto alguno. Hebreos 9:23-28 nos muestra que el sacrificio de Jesús fue perfecto.

En primer lugar, el sacrificio de Jesús lo purificó todo (vv. 23-24). La sangre de Cristo no solo purificó a la humanidad, sino también al cielo. Espera un segundo, ¿al cielo? ¿El cielo estaba corrompido por la presencia de Satanás o contaminado por la ira de Dios? No. La sangre de Cristo tuvo que cubrir todo, y por lo tanto incluso el camino al cielo debe ser cubierto y envuelto con su sangre para cubrir al hombre cuando este viene a Dios. El sacrificio de Jesús es lo que hace posible que entremos en el Cielo. Hemos sido limpiados a través de la sangre de Jesús en la cruz.

Segundo, el sacrificio de Jesús no necesita repetirse (vv. 25-26). Cada año bajo el antiguo pacto, el Sumo Sacerdote tenía que hacer expiación por los pecados de la nación en Yom Kippur. Sin embargo, como la sangre de los animales es incapaz de expiar permanentemente el pecado, el Sumo Sacerdote tenía que repetir el sacrificio año tras año. No es así con el sacrificio de Jesús. Él nunca tuvo que repetirlo porque era un sacrificio perfecto: la sangre derramada de un Hombre por los hombres. Él murió una vez por todas.

Finalmente, el sacrificio de Jesús es perfecto porque quitó el juicio (vv. 27-28). Hay un viejo chiste que dice que las dos únicas cosas seguras en la vida son la muerte y los impuestos. Ciertamente hay algo de verdad en esa afirmación. El hombre tiene una cita con la muerte que no puede evitar y que debe cumplir. El hombre muere una vez, no dos —excepto Lázaro, quien murió dos veces (Juan 11), y Elías (2 Reyes 2:11) y Enoc (Génesis 5:21–24), que no vieron la muerte. Y así como el hombre muere una vez y luego es juzgado, Cristo murió una vez para quitar nuestro juicio. Ese es el punto de Hebreos 9:23-28.

El sacrificio de Jesús fue tan perfecto que purificó todo, desde la oscuridad de nuestros corazones hasta el cielo mismo; nunca tuvo que repetirse, y quitó nuestro juicio.

Tómate un momento hoy para apreciar el increíble impacto de la muerte y resurrección de Cristo; el acto final purificador que quitó el juicio para aquellos que invocan ese llamado. ¡Qué gozo depositar en Él nuestra esperanza eterna!

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Lectura bíblica: Hebreos 9:23-28, NVI

23 Así que era necesario que los modelos de las realidades celestiales fueran purificados con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquellos.

24 Por eso Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. 

25 Tampoco entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 

26 Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. 

27 Así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez y después venga el juicio, 

28 también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Aparecerá por segunda vez ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.