«Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales, sino como a... niños en Cristo». —1 Corintios 3:1
Algunas personas han recibido a Cristo como su salvador, pero nunca han alcanzado la madurez espiritual. Han estado en la iglesia toda su vida y, sin embargo, nunca llegaron a ser cristianos maduros. Todavía se consideran «niños espirituales» o «bebés en Cristo». Conocen poco de la Sagradas Escrituras. Tienen escaso deseo de orar y llevan pocas marcas de lo que significa ser un cristiano en la vida diaria. Decir: «Me propongo mejorar, reuniré toda mi fuerza de voluntad y cambiaré mi forma de vida» es noble, pero inútil. Un cadáver también podría decir: «Juntaré todas mis fuerzas, me levantaré de este ataúd y seré un hombre vivo otra vez». Se necesita una fuerza externa. No puedes olvidarte de los hábitos y las cadenas que te tienen cautivo. Necesitas ayuda externa. Necesitas a Cristo.
La Biblia habla de un puente de fe que se extiende desde el valle de la desesperanza hasta las altas colinas de la gloriosa esperanza en Cristo. Nos dice dónde estamos, pero más allá de eso, nos dice dónde podríamos estar en Cristo. Por supuesto, no serás completamente maduro sino hasta que estés en la presencia de Cristo, pero el verdadero cristiano debe dar fruto y crecer cada día en su caminar con Cristo.