«Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!» —Salmos 39:7
El mar golpeaba contra las rocas, con olas gigantes que se estrellaban contra ellas. Destellaban relámpagos, el trueno rugía y el viento soplaba; pero el pequeño pájaro estaba dormido en la grieta de la roca, su cabeza serenamente bajo su ala, profundamente dormido. Eso es paz: ¡poder dormir en la tormenta! En Cristo estamos tranquilos y en paz en medio de la confusión, los desconciertos y las perplejidades de la vida. La tormenta arrasa, pero nuestros corazones están descansando. ¡Hemos encontrado la paz, al fin!