«… desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios». —Salmos 90:2
¿Has pensado alguna vez sobre el colapso del tiempo? Desde los tiempos del Señor Jesucristo hasta aproximadamente 1830, las personas no podían viajar más rápido que un caballo. En 1960, un hombre fue al espacio y viajó a una velocidad de 29 000 kilómetros (18 000 millas) por hora. ¡Mira lo lejos que llegamos en tan poco tiempo! A veces, cuando leo los periódicos, pienso que estamos tratando de correr la era espacial con el equipo moral y espiritual del siglo pasado. La tecnología no tiene moral; y sin restricciones morales, el ser humano se autodestruirá de forma ecológica, militar o de cualquier otra manera. Solo Dios puede darle a una persona restricciones morales y fortaleza espiritual. Mientras nuestro mundo tiembla y se desmorona, tenemos que darnos cuenta de que algo nunca cambiará y ese algo es Dios. Él es el mismo hoy como lo era hace diez millones de años y será el mismo en diez millones de años desde hoy. Nosotros somos como los saltamontes: aparecemos y saltamos un poco de un lado a otro en la tierra, y poco tiempo después desaparecemos.