«… el que se humilla será enaltecido». —Mateo 23:12
En la Biblia, así como en la vida, en casi todos los casos el orgullo está asociado con el fracaso, no con el éxito. Oímos muchas cosas sobre el complejo de inferioridad, pero casi nunca se habla del complejo de superioridad provocado por el orgullo. Fue el orgullo lo que causó la caída de Lucifer, quien se convirtió en Satanás, el diablo. Fue el orgullo lo que llevó al rey Saúl a una muerte vergonzosa e inoportuna. Fue el orgullo lo que causó que Pedro negara a su Señor.
El mejor gesto de humildad en la historia del universo fue cuando Jesucristo se rebajó de su naturaleza divina para venir a morir en la cruz del calvario. Antes que una persona pueda llegar al cielo, debe arrodillarse al pie de la cruz y reconocer su pecado, que ha quebrantado los Diez Mandamientos de Dios y que necesita la gracia de Dios en Cristo. Nadie puede acercarse con orgullo al Salvador.
Señor Jesús, sufriste tanta humillación y dolor por mí en la cruz. Te pido, con toda humildad, que perdones mi orgullo y mis pecados que te clavaron allí.