La luz del mundo


 
«El Señor es mi luz y mi salvación…»
—Salmos 27:1

Debajo del retrato de Peter Milne, colgado en la iglesia que fundó en la pequeña isla de Nguna en las Nuevas Hébridas [hoy Vanuatu], se encuentran estas palabras: «Cuando llegó, no había luz. Cuando murió, no había oscuridad». Antes de que Cristo viniera al mundo, no había luz en el mundo. Mateo (al citar a Isaías) dijo sobre Él: «El pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido» (Mateo 4:16). Harry Lauder dijo una vez que en su niñez podía saber dónde estaba el farolero «por el rastro de luz que dejaba detrás de él». Cristo fue el farolero celestial. Dondequiera que Él iba, la oscuridad del pecado y la desesperanza desaparecían ante Él.

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Oración de hoy

Mi corazón y mi alma te alaban, mi Redentor resucitado, por tu Luz gloriosa, que penetra en la más profunda penumbra y transforma nuestras vidas con tu amor.