Limpiado por la sangre


 
«Al que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados».
—Apocalipsis 1:5

La palabra «sangre» se menciona 460 veces en la Biblia. En el Nuevo Testamento, Jesús habló de su propia sangre catorce veces. ¿Por qué? Porque por medio del derramamiento de su sangre, Él logró la posibilidad de nuestra salvación. Él pagó el castigo por nuestros pecados y nos redimió. El castigo por nuestro pecado y nuestra rebelión es la muerte, pero Jesús salió y declaró: «Yo tomaré esa muerte en el lugar de ellos». Voluntariamente entregó su vida y llevó el castigo que nosotros merecíamos. De eso se trata la cruz.

La sangre de Jesucristo no solo nos redime, sino también nos justifica. Ser justificado significa más que ser perdonado. Yo puedo decirle a alguien: «te perdono»; pero no puedo justificar a nadie. Sin embargo, Dios no solo perdona el pasado, sino también nos reviste de justicia como si nunca hubiéramos pecado. No olvidemos que el precio que tuvo que pagar fue la preciosa sangre de su Hijo en la cruz.

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Oración de hoy

Señor Jesús, con un corazón profundamente agradecido, te vuelvo a decir: gracias por tu sacrificio en la cruz. Tu sangre ha limpiado mi pecado y me ha hecho digno de tu perdón.