«Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día transmite al otro la noticia, una noche a la otra comparte su saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible». —Salmos 19:1-3
Hay un lenguaje en la naturaleza que habla de la existencia de Dios. Es el lenguaje del orden, de la belleza, de la perfección y de la inteligencia. Hace un tiempo, un científico me dijo que cuando pensaba seriamente en el majestuoso orden del universo y en cómo este obedece sus leyes inmutables, él no podía evitar creer en Dios. Se dio cuenta de que Dios habla a través de la naturaleza.
Dios habla en la certidumbre y la regularidad de las estaciones; en la precisión de los movimientos del sol, la luna y las estrellas; en la llegada regular del día y la noche; en el equilibrio entre la necesidad humana de oxígeno y la producción del mismo hecha por la vida vegetal de la tierra; incluso en el llanto de un niño recién nacido cuando meditamos en el milagro de la vida.