Ninguna experiencia humana puede ilustrar plenamente la justicia imputada de Dios, tal como la concibió su amor infinito. Es un misterio incomprensible e inexplicable. Algo similar sucede con el misterio del calor y la luz del sol: no podemos medirlos ni explicarlos y, sin embargo, no podríamos vivir sin el sol. Al escribir sobre el misterio de la justicia completa, Pablo afirmó: «Exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad… Sin embargo, como está escrito: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman”» (1 Corintios 2:7-9). La obra de Dios en nosotros es maravillosa; no obstante, su obra apenas ha comenzado. Él tiene un futuro maravilloso y emocionante para todos sus hijos creyentes.
Mi mente finita no puede comprender, Señor, todo lo que tienes preparado para aquellos que te aman, pero ¡eso no quita el gozo y la expectativa que todo tu amor ha preparado, eternamente!