«Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar». —1 Pedro 5:8
Cuando estuve hospitalizado en Hawái, leí de nuevo los impactantes acontecimientos que condujeron a la destrucción de la flota estadounidense en Pearl Harbor. Ese fatídico 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacaron. Ahora sabemos que ese ataque fue provocado porque Estados Unidos falló en mantener una actitud de alerta. El resultado fue la destrucción de toda la flota; la causa fue una trágica indiferencia. Cuando la comodidad, la facilidad y el placer se anteponen al deber y a la convicción, el progreso siempre retrocede.
Como cristianos, ¿qué nos hace encogernos de hombros cuando, por el contrario, deberíamos estar mostrando nuestra fuerza? ¿Qué nos hace apáticos en un día cuando hay cargas que levantar, un mundo que ganar y cautivos que liberar? ¿Por qué tantos están aburridos, cuando los tiempos exigen acción? Cristo nos dijo que en los últimos días habría una actitud insípida hacia la vida.