«Les digo que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley». —Mateo 5:20
En una sociedad decadente, ha desaparecido la voluntad de creer, resistir, competir, pelear y luchar. En lugar de esta voluntad de resistir, está el deseo de ceder ante el mundo, de ir a la deriva, de hacer lo que hace la mayoría, y de rendirse. Eso es lo que sucedió en Roma, pero también se aplica a nosotros. Las mismas condiciones que prevalecieron en Roma prevalecen en nuestra sociedad. Antes de que Roma cayera por completo, se dejaron de lado sus normas: la familia se desintegró, prevaleció el divorcio, la inmoralidad era desenfrenada y la fe había decaído. Como afirmó Gibbon: «Se hablaba mucho de religión, pero pocos la practicaban».