«… aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará también a nosotros con él …». —2 Corintios 4:14
La resurrección de Cristo trae esperanza. El difunto Emil Brunner dijo una vez: «Lo que el oxígeno es para los pulmones, la esperanza es para el sentido de la vida». Como el organismo humano depende del oxígeno, así la humanidad depende de la esperanza. No obstante, hoy la desesperanza y la desesperación están en todos lados. Pedro, quien estaba sumido en la desesperanza durante los sucesos del Calvario, escribe en una nota triunfal: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3, RV95).
En Cristo, hay esperanza. Hay esperanza porque nuestros errores y pecados pueden ser perdonados. Hay esperanza de que podemos tener gozo, paz y seguridad en medio de la desesperanza de estos tiempos. Hay esperanza de que Cristo viene pronto; esto es lo que la Biblia llama «la bendita esperanza». Hay esperanza de que algún día habrá un nuevo cielo y una nueva tierra, y que el reino de Dios dominará y triunfará. Nuestra esperanza no está en nuestra propia capacidad ni en nuestra bondad ni en nuestra fuerza física. Nuestra esperanza está infundida en nosotros por la resurrección de Cristo.