«Él fue e hizo conforme a la palabra del Señor…» —1 Reyes 17:5
Como mensajeros de Dios, muchas veces llevaremos vidas solitarias. «Todos me abandonaron», dijo Pablo. A veces ese es el precio que tenemos que pagar: hay soledad en el Evangelio. Sin embargo, no estarás realmente solo, puesto que serás ministrado por el Espíritu de Dios, de la misma forma que Elías fue ministrado en el arroyo de Querit. Un mensajero de verdad lleva siempre una carga. Si él es la vasija del Señor, lleva en su corazón una carga por las almas que nadie conoce, excepto aquellos que la han experimentado en carne propia.