«... que por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser...» —Efesios 3:16
Horace Pitkin, el hijo de un comerciante adinerado, se convirtió a Cristo y viajó a China como misionero. Les escribió a sus amigos en Estados Unidos y les dijo: «Pasará poco tiempo hasta que sepamos con certeza si podremos servirle mejor aquí o arriba». Poco tiempo después, una turba irrumpió en las puertas del recinto donde Pitkin defendía a mujeres y niños. Fue decapitado y su cabeza fue ofrecida en el santuario de un dios pagano, mientras que su cuerpo fue arrojado a una fosa junto a los cuerpos de nueve cristianos chinos.
Sherwood Eddy, cuando escribió sobre él, dijo: «Pitkin ganó más almas con su muerte que las que hubiera ganado con su vida». ¡Cristo necesita hoy gente con carácter de mártires! Atrévete a tomar una posición firme e inflexible por Él.