«Cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí…». —Lucas 23:33
Una de las ironías de la naturaleza humana es que muchas veces encuentra la forma de rechazar lo mejor y aceptar lo peor. ¿Por qué la gente pidió la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús? La respuesta se encuentra en la declaración bíblica: «El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?» (Jeremías 17:9, NTV). Jesús es tan divino hoy y está tan vivo hoy como lo estuvo ese primer Viernes Santo. Sin embargo, millones de personas no lo aceptan hoy. Su bondad sigue siendo una amonestación a nuestra maldad; su pureza sigue mostrando nuestras impurezas; su impecabilidad sigue revelando nuestra pecaminosidad y, a menos que le permitamos destruir el mal dentro de nosotros, este mal todavía deseará destruirlo. Ese es el verdadero conflicto de todos los tiempos.
Señor Jesús, cuando reflexiono sobre la agonía de tu muerte en el Calvario, mi corazón se humilla una vez más por la magnitud de tu amor por toda la humanidad.