«Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre». —Salmos 118:1
En esta temporada de acción de gracias, seamos agradecidos no solo de palabra sino también de hecho. Hagamos que nuestra gratitud se exprese en la determinación de vivir una vida más desinteresada y más consagrada a Jesucristo. Cuando nos sentemos a nuestras mesas llenas de suntuosos manjares, no olvidemos que la mitad de las personas en el mundo se irá a dormir con hambre. Cuando disfrutemos de las comodidades de nuestras acogedoras casas, no olvidemos que muchos en otras partes del mundo no tienen una casa a donde ir.
Cuando nos subamos a nuestros elegantes autos, no olvidemos que la mayoría de las personas en el mundo no pueden permitirse ni siquiera una bicicleta. En la oración del Señor en Mateo 6, leemos: «Danos hoy nuestro pan cotidiano». Las Sagradas Escrituras enseñan que las cosas buenas de la vida son regalos de Dios y que Él es el dador de todas nuestras bendiciones. ¿Acción de gracias? Sí. Pongámonos de rodillas con humildad y agradezcamos a Dios por las bendiciones que nos ha dado, tanto materiales como espirituales. Todas ellas vinieron de sus manos.
Tú provees en abundancia, Dios todopoderoso. Cuando piense en el Día de Acción de Gracias, haz que mi corazón esté completamente consagrado a tu Hijo, Jesucristo, para que, a través de Él, mi vida muestre mi gratitud a ti.