«Pues aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera». —Hebreos 13:14
Uno de los deseos básicos del alma es seguir viviendo. La primera ley de la naturaleza es la autoconservación. La gente podría cansarse de los dolores, las molestias y el deterioro de la vejez, pero no se cansan de la vida misma. Dios ha dispuesto satisfacer ese anhelo del alma de vivir para siempre, así como el deseo de estar libre del dolor, la enfermedad y los problemas. Los seres humanos son pequeñas criaturas con grandes capacidades, seres finitos con deseos infinitos, que no merecen nada, pero exigen todo. Dios hizo a las personas con esa capacidad y deseo inmensos para que Él pueda entrar y satisfacer completamente ese deseo. Dios hizo tan grande el corazón humano que solo Él puede llenarlo; hizo que exigiera tanto, que solo Él puede abastecer esa demanda. Jesucristo es el único que tiene las llaves de la muerte. En Su muerte y Su resurrección, Él quitó el aguijón de la muerte, y ahora Dios ofrece vida eterna a toda persona que deposita su confianza y su fe en Su Hijo Jesucristo.