«No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras». —Romanos 8:26
John Knox, con una preocupación agobiante por las almas de su país, oró: «¡Señor, dame Escocia o me muero!». Su ferviente esfuerzo fue recompensado con un nuevo avivamiento espiritual en su país. Esto es lo que se denomina «oración en el Espíritu». Es la manifestación de una profunda preocupación espiritual por los demás, la cual es infundida por el Espíritu Santo de Dios. Este tipo de oración puede saltar océanos, correr a través de desiertos ardientes, saltar montañas, atravesar selvas y llevar el poder del evangelio que sana y ayuda al objeto de la oración.
«El Espíritu mismo intercede» indica que en realidad es Dios quien suplica, ora y llora a través de nosotros. Por tanto, nosotros nos convertimos en colaboradores de Dios: somos sus verdaderos socios. Nuestras vidas se elevan del plano inferior del egoísmo al plano superior de la creatividad con Dios. John Knox luchó y la iglesia de Escocia empezó una nueva vida.