En histórica campaña, 320 000 personas escuchan el mensaje del perdón de Dios en Etiopía

Este domingo tuvo lugar la segunda y última noche de la campaña evangelística Encuentro con Dios. Durante los dos días que duró el evento con Franklin Graham, en total más de 430 000 personas escucharon el Evangelio de Jesucristo.

El domingo, en la plaza Meskel apenas había suficiente espacio para estar de pie, mientras seguían llegando personas incluso después de que comenzara el segundo día del Encuentro con Dios.

De joven, el pastor Ashebir Ketema fue encarcelado en Etiopía a causa de su fe. Durante siete meses, soportó palizas e intentos de destruir su fe y su moral por parte del gobierno comunista que estuvo en el poder de 1974 a 1991.

Aquel periodo de persecución, aunque difícil, finalmente fortaleció a la pequeña comunidad de evangélicos, quienes se unieron, se apoyaron mutuamente y crecieron gradualmente hasta convertirse en casi un tercio de la población del país.

Ahora, 34 años después de que finalizara dicha opresión, más de 4000 personas hicieron un compromiso con Cristo en la capital del país durante la campaña de dos días Encuentro con Dios con Franklin Graham. «Cuando vemos este tipo de eventos, es la mano de Dios… Predicar libremente en este país se debe a la mano de Dios», dijo Ketema.

El domingo, Franklin Graham contempló a la multitud desbordante de 320 000 personas en la Plaza Meskel, apretujadas unas junto a otras, y llenando incluso las calles circundantes.

En su mensaje, compartió la historia de Zaqueo, un funcionario público rico y corrupto de baja estatura que sentía curiosidad por Jesucristo. Cuando Jesús pasaba por Jericó, Zaqueo se subió a un árbol para ver por encima de la multitud. Jesús lo llamó y lo visitó en su casa, lo que llevó a Zaqueo a arrepentirse y volverse al Señor.

«Quizá sientas que eres pequeño a los ojos de Dios», dijo Franklin Graham. «Quiero que sepas que tu vida es importante, tan importante que Dios envió a su Hijo único, Jesucristo, en una misión de rescate por ti. Una misión de rescate para limpiarte del pecado que te impide llegar a la fe en Él. Jesús quiere entrar en tu corazón y quedarse ahí… hoy».

Momentos después, Franklin Graham pidió que, quienes quisieran entregar su vida a Jesucristo, levantaran la mano. Consejeros de oración con chalecos color neón recorrieron la multitud hombro con hombro para llegar hasta los que tenían las manos levantadas, orar con ellos y darles una Biblia.

Una viuda con un largo vestido blanco y azul levantó la mano, junto con su hija, que estaba de pie junto a ella, acompañada por su pequeño hijo de 5 años. Juntas, hablaron con Yeshi, una voluntaria de oración que las había invitado al evento.

Yeshi y la abuela trabajan para el mismo servicio de limpieza, y Yeshi estaba encantada de que la viuda y su hija respondieran al mensaje de las Buenas Nuevas con la decisión de entregar sus vidas a Cristo. Ahora Yeshi ayudará a ponerlas en contacto con una iglesia en la que se predique la Biblia.

Seneshat Teka, que sirve con Ketema en el Consejo Etíope de Iglesias Creyentes del Evangelio (la organización que invitó a Franklin Graham a predicar en esta nación africana), dijo que la mayoría de los etíopes tienen algún tipo de creencia religiosa, pero con un fuerte énfasis en la tradición, las normas y una doctrina que no es bíblica.

Los pastores evangélicos se ven arrastrados por muchos vientos de doctrina, explicó, y pueden distraerse del objetivo principal: compartir el Evangelio.

«Debemos centrarnos en nuestro llamado… en la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios», dijo.
Fue el poder de la Palabra de Dios lo que conmovió el corazón de Yisak, de 22 años, mientras el sol se ponía tras la plaza Meskel.

Tras oír hablar del Encuentro con Dios en la televisión, Yisak acudió al evento el domingo. Se identificó con la historia bíblica de Zaqueo y escuchó con toda atención el mensaje de perdón expuesto por Franklin Graham.

«Quiero recibir el perdón», dijo, de pie junto a dos amigos mayores que habían vuelto a dedicar sus vidas a Cristo. Como muchos otros en la multitud, Yisak se aferró con fuerza a su nueva Biblia, y afirmó que quiere vivir para Jesús y servirle.

«Quizá sientas que eres pequeño a los ojos de Dios. Quiero que sepas que tu vida es importante, tanto que Dios envió a su Hijo único, Jesucristo, en misión de rescate por ti».

Franklin Graham
El resueno de los cantos de alabanza y la alegría podían escucharse a varias manzanas de distancia, mientras la multitud recibía con entusiasmo la Palabra de Dios mediante la música de alabanza y adoración, y un mensaje de esperanza basado en la Palabra de Dios.

Nagsi, que vive en el norte de Etiopía, hizo un viaje de dos horas y media en autobús para regresar a su casa después del evento del sábado y, aún así, volvió el domingo con dos amigos.

Cuando comparte su edad, dice que tiene «5 años», describiendo el tiempo que ha pasado desde que empezó su vida con Cristo.

Hace años, había caído en el alcohol y las drogas, y no podía conciliar el sueño sin alcohol. Trabaja en el sector turístico y un día conoció a un cliente, quien compartió con él su testimonio.
«Me dio esperanza», dijo, recordando cómo su cliente le habló de Jesús y lo invitó a la iglesia.

Nagsi aceptó la invitación y empezó a leer la Biblia.

Poco a poco, dejó la bebida y las drogas. Sin embargo, él ha perdido a algunos amigos por la adicción y ahora quiere que otros conozcan la misma libertad que él encontró en Cristo.

«Mi sueño es hablarle a la gente de Jesús», dijo, y añadió que escucha viejos fragmentos de las predicaciones de Billy Graham.

Salió del segundo día del Encuentro con Dios con una fe renovada y animado para seguir avanzando en la labor de evangelización.

«Es una buena oportunidad para que mi país vea este evento histórico», dijo Nagsi. «Fue maravilloso y es una buena motivación para que otros prediquen sobre Jesús».

Lee las historias de vidas impactadas por Cristo en el evento del sábado y, por favor, ora para que todos los nuevos creyentes sean fortalecidos en su fe a medida que se conectan con las iglesias locales.