Mientras las ventanas de su casa eran arrancadas por el viento implacable, Michael Kemp no sabía si su madre estaba bien.
Comenzó a llamarla a gritos y por fin se encontraron en el pasillo principal de la casa mientras un tornado arrasaba su barrio en Mayfield, Kentucky, el viernes por la noche. Ese fue tan solo uno de los 30 tornados que devastaron el centro de Estados Unidos y causaron la muerte de al menos 90 personas de todas las edades.
Los siguientes minutos serían los más aterradores en la vida de los Kemps.
«Mamá, ¿qué vamos a hacer?» preguntó Michael, de pie en su bata de baño en la oscuridad de la noche.
«Vamos a empezar a orar», respondió su madre, Janet.
Y siguieron orando juntos sin parar.
Mientras el tornado hacía volar escombros, derribaba las paredes exteriores de la casa y arrancaba gran parte del tejado, los Kemps se tiraron al suelo junto con sus dos perros pequeños y repitieron la oración del Señor [el Padre Nuestro] (Mateo 6:9-13).
«No supe hacer otra cosa», recordaba Janet el martes mientras conversaba con Greg y Vicki Fleitz, capellanes capacitados para responder en situaciones de crisis del Equipo de Respuesta Rápida de Billy Graham (BG-RRT, por sus siglas en inglés).
El equipo está formado por más de 1500 capellanes y, ahora mismo, docenas de ellos están desplegados entre Kentucky y Arkansas tras el catastrófico sistema de tormentas que asoló la región este fin de semana.
«[La fe] es a veces lo único que tenemos», dijo Greg con suavidad.
Janet asintió.
«El buen Dios me sostuvo y me ayudó a salir de esto junto con mi hijo. Sucedió tan rápido», dijo antes de explicar que no era la primera casa que perdía.
En 2007, un incendio en su casa redujo sus pertenencias a cenizas.
«Y oré en medio de esa situación», dijo Janet.
Dos años después, su marido murió.
«Y oré en medio de esa situación», dijo de nuevo.
Luego, tuvo que declararse en bancarrota y perdió la casa que su difunto marido le había construido.
«Y oré en medio de esa situación», repitió Janet.
Durante los últimos 12 años, esta fiel mujer ha vivido en la misma casa verde cerca de lo que solía ser el distrito del centro de la ciudad.
«No he dejado de orar, hijita», dijo. «Es lo primero que hago cada mañana. Tomo mi café y presento mis oraciones delante de Dios».
Y lo que ocurrió después es la evidencia.
Salvado dos veces en el pasillo
Mientras Michael le mostraba a Greg dónde se refugiaba en el pasillo durante la tormenta, el capellán mencionó lo frágil que es la vida.
Estaban rodeados de cristales rotos, pedazos de material aislante y escombros encajados en las paredes.
Justo después de la tormenta, Michael dijo que parecía «como si hubiera estallado una bomba». Entre los relámpagos, «se veían escombros por todas partes», continuó. «La gente lloraba y gritaba. [Era como…] todo un infierno».
Y sin embargo, de todo el daño causado por la tormenta, Michael y su madre salieron con solo pequeñas cortadas en las manos.
Greg le preguntó al joven adulto si sabía dónde habría pasado la eternidad de no haber sobrevivido al tornado.
A pesar de la fe de su madre, Michael no estaba seguro. Él se había alejado de Dios a causa de diversos problemas con los cristianos y con la iglesia.
«Las iglesias están llenas de pecadores», le explicó Greg. «[Pero la salvación consiste en] una relación entre tú y Dios».
Sacando un folleto de Pasos para la paz con Dios, el capellán compartió con Michael varios versículos de las Escrituras, incluyendo 1 Juan 5:12 que dice: «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida».
En el mismo pasillo en el que Michael había sobrevivido a la tormenta cuatro días antes, él afirmó que quería ser salvado una vez más: pero esta vez para la eternidad.
«Nunca dudes del amor de Dios por ti», le aseguró Greg a Michael, quien atestiguó que Dios «había estado dejando caer pistas muy grandes» en su vida para llamar su atención. «Él sabe que soy un cabeza dura», explicó Michael.
>>Más fotos: Capellanes de Billy Graham en Kentucky.
Unos minutos más tarde, Greg y Vicki se unieron a un mar de voluntarios de Samaritan’s Purse vestidos con camisa naranja en oración por la familia Kemp. Después de pedir la autorización de Michael, Greg compartió con todos que el joven había decidido seguir a Cristo, lo que provocó las sonrisas y aplausos de los voluntarios.
Pero ninguna sonrisa fue más grande que la del rostro de Janet.
«¿Aceptaste a Cristo?» le preguntó Janet a su hijo.
Él asintió.
«¡No sabes cuánto tiempo he estado orando por esto!», dijo su madre. «¡Ahora mis dos hijos son salvos!».