Es difícil entender la verdad bíblica de que Dios es la máxima autoridad cuando las cosas están tan desordenadas en el mundo. Parece que los cristianos pierden terreno y que el pecado es cada vez más aceptable. ¿Qué diría al respecto?
La gente solía enviar una gran cantidad de preguntas a Billy Graham. Durante décadas, Él respondió a un sinnúmero de ellas en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Esta es una de ellas.
Toda autoridad en el cielo y en la tierra le ha sido dada a Jesucristo. Sin embargo, el sistema mundial en el que vivimos está corrompido por la maldad y no reconoce su Señorío; todavía está bajo el poder engañoso del príncipe de este mundo, Satanás. Pero aquellos en quienes Jesús habita tienen autoridad sobre el maligno y todos sus demonios. El apóstol Juan declara: «… el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4).
A pesar de nuestras limitaciones humanas e incluso de nuestros fracasos, el Señor dirige soberanamente su obra de redención. Tenemos acceso a los vastos recursos de su poder que nos permiten no limitarnos a «arreglárnoslas» en la vida, sino que «… en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8:37). Y como promete el contexto de ese inspirador y alentador pasaje, «… ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:39). Dios puede convertir las mayores tragedias en algo que sea para nuestro bien y para su gloria, porque «… sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28).
Jesús es nuestro Señor y Salvador, y Él, por su Espíritu Santo, nos da poder sobre el pecado mientras caminamos diariamente con Él. Y algún día en el futuro, Jesús volverá y nos llevará a estar en su presencia. Ese día no habrá más pecado. «Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen» (Mateo 24:44).
Solo porque Jesús es Dios y lo hemos confesado como Salvador y Señor, Él puede otorgarnos estos beneficios. Es por Él que tenemos esta esperanza.
(Esta columna está basada en las palabras y escritos del difunto reverendo Billy Graham).