Casi todas las noches, Marcos Witt acompañaba a su padre adoptivo en una camioneta a una de las iglesias nacientes que sus padres, misioneros en México, habían fundado en la zona norte y centro de ese país. En el camino, practicaba sin descanso con su guitarra, mandolina o acordeón. No sabía ni imaginaba entonces cómo Dios estaba preparando el escenario para su futuro.
Marcos comenzó a tomar clases de piano a la edad de 8 años, el mismo año en que entregó su vida a Cristo durante una reunión de la iglesia durante el fin de semana de Pascua. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a servir en el acompañamiento musical en las iglesias donde su padre adoptivo predicaba. A los 13 años, su destreza musical con el acordeón lo hacía sonar como toda una banda de alabanza, aunque él era el único integrante. A los 14 años, estaba matriculado en estudios musicales de nivel universitario en una institución de educación formal en Durango, México, ciudad a la que sus padres se habían trasladado desde San Antonio, Texas, cuando él tenía apenas un mes de edad.
A los 16 años, mientras estudiaba violonchelo y dirección coral, las oportunidades de estudiar música clásica en Viena y Austria, y ópera en Ciudad de México comenzaron a llamar a su puerta.
El día que cambió el resto de su vida
«Estas invitaciones me estaban cortejando muy fuertemente con grandes oportunidades para hacerme un nombre en el mundo de la música clásica», comentó Marcos a la revista Decision. «Y, sin embargo, por un lado sentía el llamado de la fe, y por el otro estaba pasando por situaciones de presión importantes con los compañeros de mi edad».
Sintiéndose culpable por algunas decisiones egoístas y agobiado por el peso de tener que tomar una decisión respecto al futuro de su carrera, un día, al salir de la escuela, Marcos se retiró a una colina con vistas a la enorme extensión de Durango y clamó a Dios.
«Me sentí profundamente arrepentido», dijo Marcos. «Y sentí el amor de Cristo. Sentí su perdón. Y no podía dejar de llorar. Fue algo que duró como una hora; tal vez una hora y media».
A lo largo de sus estudios musicales, la madre de Marcos le había recordado regularmente el propósito del don que Dios le había dado.
«Ella me decía todo el tiempo que el don de la música me había sido dado para la gloria de Dios», relató Marcos. «“Él te ha dado este don para la gloria de Dios. No te atrevas a usarlo para tu propia gloria, ni para la de nadie más”. Y yo sentía que había fallado».
Pero la perspectiva de Marcos cambió cuando se sentó en aquella colina con vistas a Durango, con sus libros, y a solas con Dios.
«Recuerdo que me senté en esa colina y simplemente tuve una conversación con el Señor», recuerda Marcos. «Y tomé esa pila de libros de música y la elevé al cielo, y le dije: “Te estoy dando mi música. Es tuya. Mi vida es tuya. Mi corazón es tuyo. Mi talento. Mis dones. Mi voz. Mi piano. Todo es tuyo. Úsame donde quieras”».
Aunque apenas tenía 16 años, Marcos tenía conciencia de la seriedad de su oración y de su posterior decisión de rechazar las becas a dos prestigiosas escuelas de música y, en su lugar, asistir al mismo instituto bíblico de San Antonio en el que sus padres se habían conocido.
Persecución y redención
Durante gran parte de su vida había luchado con ataques de ira y desilusión por la muerte de su padre, quien, a los 21 años, murió cuando el pequeño avión Cessna 170 que pilotaba se estrelló.
Su padre, Jerry, junto con otro pastor, habían estado dejando caer Evangelios de Juan en los pequeños pueblos mexicanos de la región cuando alguien derribó el avión. Marcos tenía 2 años en ese momento. Uno de los amigos americanos de su padre tuvo que pagar sobornos al alcalde local y al forense para que su cuerpo fuera devuelto a la ciudad de Durango para ser enterrado.
«Mi padre había sido perseguido por un individuo al que no le gustaba lo que hacía», dijo Marcos. «Una vez intentó rociar el avión de mi padre con gasolina. Lo amenazaron una y otra vez y, finalmente, lo atraparon».
En lugar de volver con su familia en Marietta, Georgia, Nola, la madre de Marcos, con tan solo 24 años, optó por quedarse en Durango con sus tres hijos pequeños, todos menores de 5 años, y continuar la misión de plantar iglesias que ella y su marido habían iniciado. Tres años después, se casó con otro plantador de iglesias originario de Shreveport, Luisiana, y continuaron sirviendo como misioneros en Durango durante casi 40 años.
La influencia de su padre adoptivo
A los 18 años, la pasión de Marcos por utilizar su talento musical para alcanzar a su generación en toda América Latina con el Evangelio no coincidía con los puntos de vista de su padre adoptivo. La música cristiana contemporánea en la década de 1970 estaba en pleno apogeo, impulsada por el movimiento que llegó a conocerse como Jesus People Movement. Pero el uso de nuevos instrumentos y el género de la música cristiana contemporánea no resonaban con Frank Warren.
«La batería y las guitarras eléctricas son instrumentos de música mundana», le advirtió Frank a Marcos. Sin embargo, Marcos estaba siendo influenciado por las florecientes carreras de los artistas cristianos contemporáneos Andre Crouch, Keith Green, Chuck Girard, Michael W. Smith y Amy Grant.
Y las reuniones juveniles de los sábados en las que Marcos y sus amigos tocaban e improvisaban música cristiana moderna en la iglesia que su padre adoptivo lideraba, superaban a veces la asistencia al culto dominical de la iglesia.
A lo largo de los siguientes 20 años, Frank empezó a ser menos crítico con los gustos musicales de Marcos al ser testigo del favor de Dios en los conciertos que empezó a dar por todo México, Centroamérica y Sudamérica, donde se llenaban estadios para 50 000 personas, y miles de personas se acercaban a la fe en Cristo.
«Tras una hora y media de concierto, yo siempre daba un mensaje hablando de hacer de Jesucristo el centro de tu vida, de mantener a Jesucristo en el trono de tu vida», compartió Marcos.
Él reconoce la influencia permanente que tuvo su padre adoptivo en las letras de sus canciones, que siempre tienen su origen capítulos y versículos específicos de la Biblia. «Él tuvo esa influencia en mí», reconoció Marcos con cariño. «Amo la Palabra. Leo la Palabra todos los días. Estudio la Palabra. Me encanta predicar la Palabra».
Una vida al servicio del Reino de Dios
Tras cinco premios Grammy Latinos, 30 álbumes y decenas de millones de discos vendidos, Marcos es el cantante cristiano en español más reconocido del mundo. Y como líder de iglesias, pastoreó la mayor congregación de habla hispana en los Estados Unidos desde 2002 hasta 2012. Unas 10 000 personas asistían semanalmente a su iglesia en Houston.
Marcos dijo que aprecia la oportunidad de haber participado en la última Cruzada de Billy Graham en la ciudad de Nueva York, así como en media docena de Festivales con Franklin Graham en toda América Latina. Asimismo, este otoño, él y los Newsboys fueron los artistas principales durante la gira de ocho ciudades de Franklin Graham «God Loves You Tour» a lo largo de la histórica Ruta 66.
Chris Swanson, vicepresidente de Iniciativas Hispanas de la Asociación Evangelística Billy Graham (BGEA, por sus siglas en inglés), dijo que Marcos tiene un corazón pastoral para guiar y animar a los artistas cristianos latinos más jóvenes más allá de la música, ayudándolos a priorizar siempre la Palabra de Dios.
«Marcos Witt es uno de los grandes hombres de Dios que ha sido usado a través de los años para evangelizar a la comunidad de habla hispana en toda América Latina y los Estados Unidos», dijo Swanson.
Y mientras Marcos se prepara para su gira de conciertos «America Prays & Worships» en 60 ciudades para las comunidades latinas de todo Estados Unidos a partir de mayo de 2022, espera que sea una fuerza catalizadora para un movimiento de plantación de iglesias.
Según las proyecciones del censo de los EE.UU., para el año 2050, la población hispana en Estados Unidos podría ser de al menos el 33%, es decir, uno de cada tres residentes.
Mientras tanto, Marcos vive en Houston con Miriam, su esposa desde hace 35 años, y no podría estar más agradecido de seguir cantando para la gloria de Dios. Hace casi 10 años, la música dejó de sonar para él cuando sus cuerdas vocales se dañaron al ser intubado para una cirugía reconstructiva en ambos tobillos. Los médicos temían que no volviera a hablar ni a cantar. Y durante siete meses permaneció en silencio. Pero gracias al tratamiento de un especialista mexicano en voz de renombre mundial, Marcos dijo que su rango de notas es más amplio ahora que antes de la lesión.
«Adoro a Dios porque es Dios. La vida te resultará mucho más sencilla cuando entiendas que Él es digno de alabanza. No lo alabo para intentar conseguir que Él sea bueno conmigo. No lo alabo porque necesito algo de Él. Él es digno de mi alabanza. Así escribí la canción «Sigues siendo Dios» en medio de una de mis peores noches».
Tras recuperarse de una operación a corazón abierto en enero de 2020 para reparar tres arterias obstruidas, el padre de cuatro y abuelo de tres, dijo que el llamado de Dios al evangelismo transcultural ha sido realmente lo mejor de ambos mundos. >> Marcos Witt: Todavía tengo algo que cantar.
«Hay un versículo que dice que si levantas a Cristo, Él atraerá a todos los hombres hacia sí (Juan 12:32). Mis canciones siempre están centradas en Cristo. Siempre».
Fotos: Cortesía de Marcos Witt