Esta es la quinta parte de la serie Refrigerio para el alma cansada.
«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso». —Mateo 11:28
La paz en ocasiones parece un sentimiento completamente extraño: totalmente fuera de nuestra realidad y verdaderamente inalcanzable.
Vamos por la vida con nuestros corazones acelerados por la ansiedad. Asustados. Atemorizados.
Las tensiones reinan en las relaciones y los matrimonios. La política es un desastre. El mundo lentamente se siente en ruinas, deteriorado por el pecado.
¿Es posible alcanzar la paz que todos deseamos?
La respuesta es sí, y comienza con el Evangelio.
La paz proviene de nuestra relación con Dios
El comienzo mismo de la Biblia nos habla del jardín del Edén, un lugar hermoso, creado por un Padre infinitamente creativo y amoroso. Era el paraíso.
Pero en ese paraíso surgió el pecado, que dividió la relación entre Dios y el hombre.
Miles de años después, Dios envió a su único Hijo Jesucristo para reparar esa separación (Efesios 2:1-6). Él cerró la brecha que nosotros no podíamos cerrar, pagó el castigo por el pecado y nos abrió paso a una nueva vida. Una vida donde la paz es realmente posible.
La paz viene de Dios y es posible solo mediante la restauración de lo que estaba quebrantado
Hay una guerra en este momento luchando por cautivar tu corazón. Una guerra entre el pecado y Dios, el bien y el mal. Si sientes que tu corazón está dividido entre ambos, tal vez sientas que es imposible alcanzar la paz verdadera.
Pero una vez que eliges seguir a Jesús, el único que fue capaz de arreglar nuestra relación rota con Dios, podrás experimentar verdaderamente una paz sobrenatural. Como dijo una vez Billy Graham:
«La guerra que existe entre tú y Dios puede terminar rápidamente, y el tratado de paz se firma en la sangre del Hijo de Dios, Jesucristo».
>> ¿Quieres saber más acerca de cómo encontrar la paz de Dios?
Una promesa
La paz es una promesa para quienes siguen a Cristo.
En el libro de Juan en la Biblia, Jesús dice: «Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Medita un momento en la plenitud de lo que esto significa. Jesús no nos promete una vida sin pruebas, pero lo que nos promete es paz aun en medio de esas pruebas. Podemos tener paz precisamente porque Jesús venció al mundo.
«No solo podemos saber que Dios está con nosotros, sino también hallar el consuelo y la esperanza de que nuestro Dios gobierna sobre todo. Él es soberano sobre cada detalle de nuestras vidas. Ni un solo gorrión, ni un solo átomo, ni un solo germen se encuentran fuera de su control. Él gobierna sobre las naciones, sobre los reyes, sobre la historia, sobre el mal y sobre las pandemias. No hay nada fuera de su mandato, y Él usará todo para su gloria y nuestro bien». —Franklin Graham
El Dios que todo lo sabe, y que nos ama infinitamente, creó el mundo y también te creó a ti. «El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que Él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa» (Hebreos 1:3).
Ese es el Dios que nos promete paz en Cristo.
Una orden
A los cristianos —que son aquellos que han decidido arrepentirse de sus pecados y confiar en el sacrificio de Jesús como pago suficiente por la deuda de sus pecados— no solo se les promete paz; se les ordena que no se preocupen.
El apóstol Pablo escribió en Filipenses 4:6-7:
«No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús».
Si notamos, Pablo les está dando a los filipenses un mandamiento: «No se preocupen».
Y les propone una acción que pueden tomar para cumplir ese mandamiento: orar.
Identifica en tu corazón lo que te mantiene alejado de la paz que Dios promete, y tráelo en oración a los pies de Jesús. Una vez que haces eso, la paz de Dios te inunda. Una paz que «sobrepasa todo entendimiento» (Filipenses 4:7). Una paz que solo puede venir de Dios.
Nota algo más acerca de ese versículo: la palabra «acción de gracias». No solo debes orar trayendo delante de Dios las cosas que están en tu corazón; también puedes agradecer a Dios por lo que ha hecho. Aun cuando pasas por circunstancias difíciles, siempre puedes ennumerar todas tus bendiciones: todos los favores inmerecidos que recibimos de la mano de Dios. Y siempre podemos agradecer infinitamente por la cruz de Jesucristo.
Así que hazlo. Dale gracias por lo que Él ha hecho. Pasa tiempo en su presencia. Presenta tus peticiones delante de su trono. Y ahí, encuentra la paz.
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