¿Deben los cristianos tomar medicinas?

Al enfrentar una enfermedad o algún problema de salud, muchos cristianos se preguntan si deben consultar con un médico, si solo deben orar y confiar en que Dios los sanará, o si tal vez la respuesta se encuentra en algún punto intermedio. 

Y es entendible que en ocasiones nos sintamos confundidos. Por una parte, sabemos que Dios claramente tiene el poder de sanar cualquier enfermedad; por otra, encontramos en la Biblia referencias positivas sobre el uso de medicinas y remedios (Proverbios 17:22, Isaías 38:21). 

A lo largo de los años de su ministerio, la gente le envió una gran cantidad de preguntas a Billy Graham, mismas que Él respondió en una columna periodística sindicada llamada «Mis Respuestas». Aquí reunimos cinco respuestas de Billy Graham sobre el papel de la fe y la medicina.

¿Todavía Dios sana a la gente, como hacía Jesús cuando estaba en la Tierra? Si es así, ¿para qué necesitamos médicos y medicinas? ¿No debería bastar la fe?

No tengo la menor duda de que Dios interviene en ocasiones para sanar a las personas sin la ayuda de la medicina, pero en ninguna parte la Biblia nos insta a rechazar el tratamiento médico. Dios nos ha dado la capacidad y la habilidad de desarrollar tratamientos médicos, y deberíamos verlos como un regalo que viene de su mano.

Es interesante reflexionar en que Lucas era médico. Lucas escribió dos libros del Nuevo Testamento (Lucas y Hechos). Pablo se refiere a él como «Lucas, el querido médico» (Colosenses 4:14, NVI). Lucas fue testigo de varios milagros mientras viajaba con el apóstol Pablo, y se dio cuenta de que procedían de la mano de Dios; sin embargo, nunca rechazó el uso de sus habilidades médicas, porque sabía que Dios mismo podía utilizarlas como medio para traer sanidad.

Esto no significa, sin embargo, que no debamos orar cuando alguien está enfermo y pedirle a Dios que lo sane. En última instancia, nuestras vidas están en manos de Dios, e incluso cuando decide utilizar la medicina para conseguir la sanación de una persona, es Dios quien se lleva todo el mérito. La Biblia es clara: «De Jehová el Señor es el librar de la muerte…» (Salmo 68:20, RVR-1995).

No obstante, es verdad que Dios quiere que tengamos una fe fuerte. Pero, ¿cómo crece nuestra fe? Comienza con un compromiso personal con Jesucristo y con su voluntad para nuestras vidas. Continúa a medida que nos acercamos más a Él mediante la lectura de su Palabra, la Biblia, y mediante la oración y la comunión con otros creyentes.

¿Cómo sabes si Dios te ha sanado de algo o si ha sido la medicina? Tuve algunos problemas graves de salud durante el último año, y ahora que ya han pasado no sé si fueron mis oraciones o si se debió a la atención médica que recibí.

¿Se te ha ocurrido pensar que los médicos y los medicamentos podrían haber sido las herramientas que Dios utilizó para traerte sanidad?

En otras palabras, no debemos pensar que la fe en Dios y la buena medicina son opuestas, o que no tienen nada que ver entre sí. Dios hizo las leyes físicas que rigen el universo (incluido nuestro cuerpo), y también nos dio nuestras habilidades y capacidades (incluida la capacidad de desarrollar nuevos tratamientos y nuevos medicamentos). La Biblia también dice que Dios sigue gobernando sobre toda la creación a través de su Hijo, Jesucristo: «Porque en él fueron creadas todas las cosas… y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:16-17, RVR-1995).

Sin embargo, la verdadera pregunta para ti es la siguiente: ¿Cómo debes reaccionar ante lo que te ha ocurrido? En primer lugar, reacciona con agradecimiento. Dios respondió a tus oraciones, y solo Él merece el mérito. La Biblia dice que debemos dar «siempre gracias a Dios el Padre por todo»  (Efesios 5:20, NVI).

Luego, haz un compromiso de buscar la voluntad de Dios y cumplirla. Cada día es un don de Dios, un don que debe utilizarse para su gloria. No malgastes tu vida, antes bien, entrégasela a Cristo, y luego pídele que te ayude a compartir su amor con los que te rodean, cada día.

Mi médico dice que necesito medicamentos para la depresión, pero tengo miedo de hacerlo. Tengo un amigo que me dice que solo necesito orar y acercarme a Dios. Admito que necesito algún tipo de ayuda. No entiendo lo que me está pasando.

La depresión puede ser muy agobiante, y te felicito por afrontarla y buscar ayuda. Por desgracia, algunas personas que sufren depresión se sienten culpables o avergonzadas y, como consecuencia, se niegan a admitir que necesitan ayuda.

Pero no deberían sentirse así; algunos de los personajes más grandes de la Biblia (como Job y Elías) experimentaron lo que significa estar deprimido. En medio de su sufrimiento, Job gritó desesperado: «¿Por qué no perecí al momento de nacer? ¿Por qué no morí cuando salí del vientre?» (Job 3:11, NVI). Pero con el tiempo, Job se dio cuenta de que Dios seguía amándolo, y cuando se volvió hacia Dios encontró nueva fuerza y consuelo.

Oro para que esta sea también tu experiencia. Quizá nunca hayas pensado mucho en Dios, pero Él te creó y te ama. Te ama tanto que envió a su Hijo al mundo para dar su vida por ti y hacerte parte de su familia para siempre. Si nunca lo has hecho, pídele hoy a Jesucristo que entre en tu vida, y Él lo hará. No importa lo que suceda, podemos tener esperanza cuando conocemos a Cristo.

A su vez, no dudes en buscar ayuda médica si la necesitas. La depresión puede ser causada por muchas cosas, tales como desequilibrios químicos en nuestro cerebro, y a menudo la medicina adecuada puede corregirlos. Dios puede utilizar a los médicos y los medicamentos para ayudarnos y, de hecho, pueden ser la respuesta de Dios a nuestras oraciones.

Mi médico me ha recetado un medicamento para ayudarme a combatir la depresión, pero ¿es correcto a los ojos de Dios que lo tome? Si tuviera más fe, ¿no desaparecerían mis problemas?

La Biblia no nos disuade de buscar ayuda médica para nuestros problemas, y si tu médico cree que este medicamento te ayudará, no debes sentirte culpable ni pensar que haces mal tomándolo. El apóstol Pablo habló calurosamente de «Lucas, el querido médico» (Colosenses 4:14, NVI)

La ciencia médica moderna está descubriendo algo que la Biblia ha dicho desde hace mucho tiempo: nuestros cuerpos y nuestras mentes están estrechamente relacionados. Cuando algo va mal en nuestro cuerpo, a menudo afecta nuestra mente, y viceversa. Me han dicho que la depresión puede tener diversas causas tales como desequilibrios químicos en el cuerpo que hay que corregir. A menudo pienso en las palabras del salmista: «¡Te alabo porque soy una creación admirable!» (Salmo 139:14).

Sin embargo, no me malinterpretes. Seamos quienes seamos o nos ocurra lo que nos ocurra, Dios siempre quiere que nuestra fe crezca y se fortalezca. Y Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para que esto ocurra. Haz que la Biblia y la oración formen parte de tu «dieta» espiritual cada día. Además, saca fuerzas de tus hermanos y hermanas en Cristo.

Recuerda también que Cristo está contigo en cada momento del día, sientas o no su presencia. Dios te ama, y aunque nos sintamos abatidos o llenos de dudas, su amor nunca cambia. Aprende a concentrarte en su amor, y no solo en tus sentimientos. Que la oración del salmista se convierta en la tuya: «¿Hasta cuándo… he de sufrir cada día en mi corazón?… Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación» (Salmo 13:2,5; NVI).

Creo que voy a dejar de tomar algunas de las medicinas que tomo, porque pienso que quizá Dios me ha sanado. ¿No ha prometido sanarnos si tenemos suficiente fe? Escuché a un predicador decir eso en la televisión.

No soy médico, por supuesto, ni conozco tu situación médica exacta, pero te insto encarecidamente a que no te arriesgues a poner en peligro tu salud yendo en contra del consejo de tus médicos. Ellos tienen la capacidad de evaluar tu verdadera situación, y deberías dar gracias a Dios por sus habilidades y su sabiduría.

Después de todo, es un error suponer que la medicina y la fe son necesariamente opuestas, o que la enfermedad es solo el resultado de la falta de fe. Vivimos en un mundo caído, infestado de pecado, y por ello todos estamos expuestos a la enfermedad y a la muerte. Solo en el cielo desaparecerán el pecado y la enfermedad (ver Apocalipsis 21:4).

Nadie en la Biblia tuvo una fe más fuerte que el apóstol Pablo; con razón se le ha llamado el mayor cristiano que jamás haya existido. Sin embargo, a veces Pablo se veía asaltado por problemas físicos y enfermedades, e incluso cuando oraba para que Dios se los quitara, no siempre sucedía. Descubrió, en cambio, que Dios podía utilizarlos para que confiara más plenamente en Dios y, como resultado, se fortaleciera espiritualmente. Escribió: «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10, NVI).

No me malinterpretes; a veces Dios puede intervenir y sanarnos milagrosamente, y debemos orar para que lo haga. Pero, aún si Él responde a tus oraciones como a Pablo, debes asegurarte, sobre todo, de que tu fe y tu confianza estén en Cristo, sin importar las circunstancias terrenales. Luego pídele a Dios que te ayude a parecerte más a Jesús, «arraigados y edificados en él, confirmados en la fe… y llenos de gratitud» (Colosenses 2:7, NVI).

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